Por: John Fernando Restrepo Tamayo
Llevamos varios días escuchando el tire y afloje entre el Gobierno y el uribismo por identificar el medio más idóneo para legitimar el proceso de paz de cara al pueblo. A simple vista la opción del Referendo es la más idónea y necesaria. Al proceso de paz le hace bien que el pueblo se le sume y le respalde. Pero ocurre que al gobierno no le ha interesado de manera decisiva, al menos por ahora, pulsar ese respaldo ciudadano. Lo hizo, porque estaba obligado, interesado en la reelección. Asegurada omitió la vista a los aspectos internos para jugarse la suerte del proceso de paz en la esfera externa.
El Expresidente Uribe no goza de mucha popularidad por fuera del país. Algunos pasajes académicos y civiles le han recriminado su política fuerte y el sacrificio a los derechos humanos en el concierto global. Pero adentro es amo y señor del electorado. Los ganaderos, los ricos, los medios de comunicación, los jóvenes, las Eps, los militares y los comerciantes lo votan, lo recuerdan y lo extrañan. El Presidente Santos opera al revés. Adentro, el dulce está a mordiscos. La frontera arde. Sus apuestas no tienen el aliento de los estadistas. Sus ministros palidecen y dan salidas en falso. Su Vicepresidente está en campaña presidencial. Sus directores de Departamento Administrativo son cuotas políticas y burocráticas que le ofrecen más tropiezos que soluciones técnicas. Pero afuera es el señor de la diplomacia y de la paz. Afuera goza y dispone de la legitimidad para sacar adelante su proyecto bandera. Se ha hecho de unos bastiones muy sólidos. Merkel de Alemania le respalda. Y con Alemania buena parte de la Unión Europea. Le respalda Obama y los demócratas en Estados Unidos. Le respalda el Papa Francisco. Le respalda Cuba, Ecuador, Brasil, Argentina, Chile, México, Noruega, España, Holanda, Canadá, Italia, Japón, India y Francia.
El proceso de paz no puede hacerse de espaldas a la ciudadanía. Pues en últimas la paz no es del Gobierno ni del Presidente sino del pueblo. A él le pertenece y a él se debe si queremos una paz verdadera. La paz tiene sentido y merece ser llevada hasta sus últimas apuestas. Negociar con las Farc es solo un pasito. Un paso decisivo y necesario. Un paso que hay que dar. Sin reserva y sin cálculos políticos. Pero esta paz anhelada no está exenta de variables electorales. Solo por ello puede entenderse que al Gobierno le interesa meter en el congelador toda consulta popular.
Por lo menos hasta el 25 de Octubre cuando tengan lugar los comicios regionales. Es un nuevo pulso. Definitivo para direccionar la recta final de la negociación. Definitivo para medir el alcance y el logro de lo acordado en La Habana. Definitivo para saber cómo queda repartido el poder. Y de manera indirecta qué discurso tiene más acogida en el electorado. Solo hasta esa fecha podremos saber qué piensa el pueblo y qué quiere. Pues de su voluntad se desprende cualquier decisión política que aspire a ser legítima y coherente con la noción de democracia que vale la pena instalar y defender.