Por: Jorge Mejía Martínez
Con el ingreso del liberalismo a la coalición Santista de la Unidad Nacional no terminaron los escozores de la colectividad roja. Los motivos de aflicción se multiplicaron luego de la desastrosa segunda vuelta presidencial.
Enrique Chapman, electo Representante a la Cámara en El Atlántico por el Liberalismo con una muy alta votación, no se pudo posesionar el 20 de julio porque le encontraron una condena por narcotráfico en los Estados Unidos cumplida hace más de 20 años. Fue el único Representante que logró elegir el Partido liberal. Su militancia se suspendió por tres meses.
El más escabroso escándalo que hoy sacude a Bogotá tiene como protagonista a otro dirigente liberal: Germán Olano. Alguien filtró una grabación donde el ex Representante a la Cámara da cuenta, al parecer, de su participación en lo que se ha llamado “el cartel de la contratación”. Olano se había destacado por su afán de convertirse en punta de lanza de quienes desde la bancada liberal atentaron contra la candidatura Presidencial de Rafael Pardo a favor de Juan Manuel Santos. Se acaba de conocer, además, que supuestamente es propietario de una millonaria mansión en la ciudad de Miami, imposible de explicar con los ingresos provenientes de su ejercicio como parlamentario. Otro que está suspendido.
El diputado liberal por Antioquia, ex congresista, Cesar Perez Garcia acaba de ser apresado por el CTI, por orden de la Corte Suprema de Justicia, sindicado de supuesta participación en una de las primeras masacres paramilitares del país: Segovia, nordeste de Antioquia. No es la primera vez que Perez Garcia se encuentra cara a cara con justicia de Colombia; ya tiene dos condenas encima por asuntos de corrupción. Es un político díscolo, nada afecto a la coherencia partidista, pero generoso con sus amigos. Esa proclividad a las dadivas le granjeó un sólido apoyo desde las más altas instancias liberales en Bogotá, que le acolitaron todo tipo de exabruptos en la región. Mientras en Antioquia muchos liberales asumían, avergonzados e impotentes, compartir bandera partidista con Perez Garcia, la dirigencia de la capital de dedicaba a disfrutar de su buen semblante como anfitrión. Después de haber apoyado a Rafael Pardo en la consulta liberal para escoger candidato presidencial, fue uno de los pioneros en lanzar torpedos de profundidad contra el candidato liberal. Terminó con Santos.
El otro motivo de bochorno corre por cuenta de la máxima electora al congreso por el Partido Liberal: Arleth Casado. La Senadora de Cordoba, según lo publicado por El Espectador de este domingo, evidenció en la campaña a la gobernación de su departamento, lo que también fue una constante en la pasada elección del Congreso de la República en marzo: la compra venta de votos a como de lugar. Aníbal Gaviria Correa, como precandidato y luego como formula vicepresidencial, no dejó de llamar la atención sobre la necesidad de no auspiciar la politiquería y el clientelismo –lo hizo con nombres propios: Perez y Casado-, pero sin encontrar el eco suficiente en una colectividad., que como quedó demostrado, se resiste a aceptar que su existencia dependerá de la magnitud del sacudón que asuma.
Parta terminar de ajustar este viacrucis, solo falta que Juan Manuel Santos considere que la representación del Partido Liberal en su gobierno de Unidad Nacional, correrá por cuenta de Rodrigo Rivera Salazar, jefe del trasfuguismo antiliberal, o de alguno de sus amigos.
Pero para el liberalismo no todos son dolorosos, también hay gozosos: El proyecto Colombia Líder y otras entidades públicas y privadas, cada cuatro años premia a los mejores gobernantes del país por su contribución a la lucha contra la pobreza. Acaba de reconocer que Horacio Serpa es el mejor gobernador de Colombia, tal como en noviembre de 2007 lo hizo con Aníbal Gaviria Correa.