Edwin Franco

Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría

Yo creo que la gente tiene bastante claro que los partidos políticos no representan, una vez están en el poder, a sus electores; la gran mayoría, grupos de personas y comunidades creen que los gobernantes a los que ayudaron a elegir, van a resolver algunas de las muchas necesidades que tienen, están equivocados y en el fondo lo saben, pero se aferran a la esperanza, así sea remota, de que las resolverán.   A estas personas les ocurre una triste realidad que alguna vez un político me confesó: mientras esas comunidades tengan tantas necesidades, ellos (los políticos) tienen mucho que prometer, y obvio, ante ello, la gente cree.  A excepción de algunos gobernantes que si se sienten identificados con estas causas y hacen esfuerzos, a veces denodados, sino por resolverlas, sí al menos lo intentan o comienzan a solucionarlas.

Por estos días ha estado muy activa “la cosa política”, como se llamaba la sección de algún noticiero de televisión, básicamente por dos hechos de igual naturaleza política:   el primero, la terna que presentó a la Corte Suprema de Justicia el presidente de la república para la elección del fiscal general, y el segundo, el cambio de algunos de los ministros del gobierno, hecho este que tuvo ocurrencia la semana pasada.  Estos dos hechos son los que han hecho patente la molestia del partido liberal, porque, según sus representantes,  el presidente no les da el trato burocrático que se merecen y no se sienten lo suficientemente representados en el gobierno nacional.  Ha sido tal el malestar que han dicho que revisarán sus relaciones con el gobierno y que unidad nacional solo existe respecto del tema del proceso de paz.  Malestar que comenzó por no haber incluido en la terna al fiscal encargado, Jorge Perdomo, y que se acentuó con el cambio de ministros, pues les correspondió uno menos.

El partido liberal colombiano se ha querido parecer a algunos partidos social demócratas europeos, incluso han dicho algunos de sus dirigentes que es un partido social demócrata.  Históricamente se ha identificado con representar a las clases pobres y necesitadas y es en ellas donde tiene su potencial electoral, especialmente en la costa atlántica.   Y nadie es ingenuo para creer que lo que están pidiendo ahora no es la manera como se ha hecho política en este país.  Lo que resulta no presentable es que el apetito burocrático que siempre han tenido lo mezclen con un chantaje: la posibilidad de no acompañar más al presidente en su agenda de gobierno y acaso solo en el tema de la paz, que por demás debe decirse, no lo dejan de apoyar porque ya están en él, pero mucho me temo que la pretendida convicción de apoyar la búsqueda de la paz por la vía de la negociación, no es más que un interés partidista por hacerse a una participación importante en el poder y en la burocracia.  En otras palabras, le están diciendo al presidente que su apoyo al mal llamado proceso de paz no es gratuito y mucho menos producto de un ideario verdaderamente liberal.  No sabe uno que pensar oyendo a Horacio Serpa, con cara compungida, decir que la unidad nacional ya no existe.  César Gaviria, dizque no le pasa al teléfono al presidente.  Claro que esto se arregla con un plato de lentejas.  Hasta un hombre que me ha parecido un senador serio, como Luis Fernando Velasco, el solo hecho de dar, solitario, la pelea al gobierno para que rebaje los altos precios de la gasolina, esta si una verdadera propuesta de corte liberal, salió a decir que no había suficiente representación del partido en el gobierno.

Muchos temas hay en el país que merecen atención y debate y que afectan seriamente a esas comunidades que han ayudado a elegir a los representes del partido liberal en el congreso, uno de esos temas es por ejemplo la reforma tributaria que se avecina, nada se les ha oído decir a Serpa y a Gaviria frente a esta propuesta gubernamental que tanto afectará a las clases baja y media y tan necesitado que está el país que haya quien proteste, se oponga o proponga alternativas menos drásticas del bolsillo de la gran mayoría de los colombianos, y uno de los principales llamados a hacerlo, por su ideario y filosofía, es el partido liberal. Pero como ha quedado claro, su filosofía es otra.   Piden para ellos, no para el pueblo.

Más decente fue la senadora Claudia López, que cuando nombraron a Jorge Londoño, del partido verde, como nuevo ministro de justicia, dijo que no apoyaba ese nombramiento, porque el apoyo de su partido al proceso de paz era gratuito.  Dirán lo mismo los liberales?