Edwin Franco

Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría

El pasado fin de semana diarios escritos de circulación nacional como El Tiempo y El Espectador se ocuparon de escoger para ellos quién o quiénes habían sido los personajes del año.  El primero de los mencionados se inclinó por el jefe del equipo negociador del gobierno en las conversaciones de paz con las Farc en La Habana, el Dr. Humberto de la Calle Lombana, mientras que el segundo lo hizo por varios personajes que en sus respectivas especialidades hicieron o mostraron cosas importantes.   No resulta fácil decir que tal o cual persona es el personaje del año en Colombia.   En todos los ámbitos los hay:   en el deporte, en la ciencia, en la tecnología, en el arte, en la literatura, en el teatro, en el turismo, en la política, en el humor, en el periodismo, en el sector privado, en el medio ambiente y en fin, en una lista muy larga existen personas que merecen ser catalogadas como el personaje del año, por eso en mi criterio resulta acertado que el periódico El Espectador haya elegido no uno, sino varios personajes del año, sin perjuicio de que la lista se haya quedado corta frente a los innumerables casos de personas que igualmente merecen este reconocimiento.

En lo que a mí respecta soy fan de muchas personas, muchas de ellas que anónima, pero heroicamente, realizan alguna labor que genera satisfacciones en muchos, pero que muy especialmente, le trae beneficios a quienes los necesitan.  Otros lo hacen de manera pública y a ellos también todo mi reconocimiento y respeto.  Como dije unas líneas atrás, desde muy diversas especialidades hay quienes merecen ser destacados como el personaje del año en Colombia, pero yo al menos creo que quien merece este reconocimiento es el valiente Superintendente de Industria y Comercio, Pablo Felipe Robledo.

No porque para el periódico El Espectador lo sea lo es para mí, sino que en un país donde hay tanta carestía, donde el precio de la gasolina no lo entiende nadie, donde los vehículos son tan caros, donde productos básicos de la canasta familiar de cualquier colombiano exceden en mucho su capacidad de compra, donde conseguir un empleo decente es prácticamente un milagro, donde existe tanta desigualdad social, donde los privilegiados son unos pocos y siempre los mismos, que haya un funcionario público, que ley en mano, haya sancionado a quienes ilegal y descaradamente han abusado de su posición dominante  y prevalidos del hecho de producir y comercializar productos que prácticamente consume cualquier persona, es un acto valeroso y muy loable.

En efecto, el personaje del año de marras, en un Estado que se dice de derecho, pero que todos sabemos que la ley sigue siendo clasista y que por lo mismo a los poderosos no los toca el guante de la justicia, decidió, por la vía legal, respetando el sagrado derecho al debido proceso, ponerle freno a lo que se ha conocido como el fenómeno de la cartelización, sancionando con multas cuantiosas a la empresas dedicadas a estas prácticas.   Es mucho el arrojo que ha tenido este inusual funcionario, pues en su tarea de defender no solo la libre competencia, sino el bolsillo de los consumidores ha pisado y lastimado callos de grupos muy poderosos que por ser tales han creído que la ley no los toca, o peor todavía, que cuando los toca basta con acudir a prestigiosos abogados que han hecho parte del alto gobierno o tocar la puerta de este para que como por arte de magia el trabajo de años de funcionarios honestos y juiciosos se vaya al traste y ellos sigan haciendo de las suyas.

Se han descubierto carteles del arroz, del cemento, de la telefonía celular, de los pañales, papel higiénico y servilletas y más recientemente, del azúcar, y todos ellos han sido objeto de las condignas sanciones pecuniarias por tan oscuras prácticas, que no los han beneficiado sino a ellos.

Muy bien por el Superintendente de Industria y Comercio, merece el respaldo no solo del gobierno, sino de la ciudadanía que ha visto en él a un funcionario que no le tiembla la mano para hacer cumplir la ley e imponer sanciones cuando haya lugar y a quienes históricamente han estado por fuera del espectro de la ley.