Por: Jaime Jaramillo Panesso

Con el permiso o sin el permiso de los comunistas ortodoxos o de los neoestalinistas, los cuales están en todo su “derecho” a pensar como piensan, a apoyar a las Farc y a militar clandestinamente en el “movimiento bolivariano” o en el PC3 (Partido Comunista Clandestino). Hablar de mamertos es referirse a una controversia de los años 60s y 70s donde a los oficialistas del “partido” se les decía así porque varios de sus gerontodirigentes tenían nombres terminados en erto. Inclusive los atrevidos ultraizquierdistas los acusaban de haberse mamado de hacer la revolución. De allí lo de mamertos. Con el tiempo tal denominación sobrevive muy introyectada en los hombres y mujeres que, formados en el “socialismo científico” o cercanos a esa santa iglesia, aún hablan y se sitúan, por reflejo condicionado, como mamertos, cuando se tocan temas que, desde la política y la filosofía, les critican o combaten los tabúes de su arqueología doctrinaria. En ocasiones son absolutamente inconscientes de “estar en el lugar equivocado”.

Varios de esos temas tabúes son la Fuerza Pública, el Estado, la Democracia colombiana, Cuba Socialista, las canciones del Cuarteto Yupay y la Mula Revolucionaria de Ana y Jaime. La Fuerza Pública, por ejemplo, siempre será mala, nunca se le puede apoyar, ni convocar a los reservistas, ni fortalecerla, ni mejorarla, ni dotarla. Es el brazo armado de la burguesía y punto. Su más reciente postura es cobrarles a los militares las victorias sobre la guerrilla por medio de la ordalía jurídica. ¿El Estado? El Estado es culpable de los males de la República, está ausente de las comunidades. Es un ente lejano y anónimo, separado de la “pobrecía”.- La Democracia colombiana no existe, es una farsa, pero hay que utilizarla para elegir a los camaradas defensores de DDHH y de las víctimas del terrorismo de estado- Cuba Socialista y Venezuela Chavista son el paradigma del cambio y ejemplos a seguir. – Y las canciones de protesta de Víctor Jara, Mercedes Sosa y Carlos Puebla son la memoria histórica de una generación lúcida y sacrificada que no pudo llegar al poder debido a la represión y al imperialismo.

Aunque ha pasado ya mucho tiempo, el mamerto que llevamos dentro está todavía vivo y ardiendo, porque aún se alimenta del resentimiento social. El resentido social es un personaje con fibra de anarkos, individualista y por ende antiestatista, en el sentido más contradictorio. Rechaza toda acción que conduzca al fortalecimiento del Estado: eficacia administrativa, eliminación de dependencias inútiles, laboriosidad y eficiencia de los maestros y profesores, leyes para evitar evasiones, TLC, fuero militar, etc. En cambio pide protección policial contra los delincuentes, universidad pública gratuita, servicios públicos óptimos, rapidez de los bomberos y leyes laxas en materia de impuestos.El mamerto exige al estado, pero nunca se compromete en su desarrollo y defensa. Conjuga el verbo defender los derechos, pero desconoce el verbo cumplir los deberes constitucionales.

El mamerto, en materia de paz, está convencido de que la guerrilla tiene mucha razón con padrenuestros, que los secuestrados son “retenidos”, que el diálogo es la solución al conflicto para que a la guerrilla se le acepten sus peticiones, que no existe voluntad para acuerdos de paz porque a los militares colombianos no les interesa y a los empresarios les conviene el conflicto. Que las autodefensas nacieron primero que las Farc y que el mundo colombiano se divide en dos: los defensores del mamertismo con justicia social y el paramilitarismo que son todos los demás, aliados a los dueños del imperio.

No registra un modelo único de mamerto. Los hay dedicados a algunas ONG en una lujuriosa tarea de salvadores de almas. Son los nuevos misioneros con particular modelo de democracia, decretan la neutralidad verbal, pero en sus comentarios y en su magisterio le hacen cajón a la derrota del Estado.

Los hay dentro de los partidos por docenas. Liberales que son mamertos de segunda generación: globofóbicos en ecología, burgueses en los consumos, lloran escuchando La Internacional o a Cabrundo Fecales. Goditos de izquierda teológica y jesuita, que justifican la violencia o el terrorismo interno con la tesis de que mientras haya pobres existirá la guerra.

Hay mamertos y mamertas de nuevo cuño para quienes León Valencia es un nuevo José María Córdoba, y el Colectivo de Abogados el Congreso Admirable. Para los mamertos de la escopolamina intelectual, una categoría natural de Bogotá, todo lo que no sea relax, blandura, manitos al viento con movimientos rotatorios, social-bacanería venteada, defensa del puesto y no del trabajo, exaltación del cargo y no de la labor, lo que no sea eso, es puro fascismo. En resumen: el mamertismo es la enfermedad infantil del izquierdismo. No lo dijo Lenin. Lo dijo Majija, varias veces, y Majija fue alumno de Pedro Urdimales. Claro que en el “disco duro” de un mamerto no tiene registrado a Majija. Tampoco a Pedro Urdimales.

EL MAMERTO QUE LLEVAMOS DENTRO

Por: Jaime Jaramillo Panesso

Con el permiso o sin el permiso de los comunistas ortodoxos o de los neoestalinistas, los cuales están en todo su “derecho” a pensar como piensan, a apoyar a las Farc y a militar clandestinamente en el “movimiento bolivariano” o en el PC3 (Partido Comunista Clandestino). Hablar de mamertos es referirse a una controversia de los años 60s y 70s donde a los oficialistas del “partido” se les decía así porque varios de sus gerontodirigentes tenían nombres terminados en erto. Inclusive los atrevidos ultraizquierdistas los acusaban de haberse mamado de hacer la revolución. De allí lo de mamertos. Con el tiempo tal denominación sobrevive muy introyectada en los hombres y mujeres que, formados en el “socialismo científico” o cercanos a esa santa iglesia, aún hablan y se sitúan, por reflejo condicionado, como mamertos, cuando se tocan temas que, desde la política y la filosofía, les critican o combaten los tabúes de su arqueología doctrinaria. En ocasiones son absolutamente inconscientes de “estar en el lugar equivocado”.

Varios de esos temas tabúes son la Fuerza Pública, el Estado, la Democracia colombiana, Cuba Socialista, las canciones del Cuarteto Yupay y la Mula Revolucionaria de Ana y Jaime. La Fuerza Pública, por ejemplo, siempre será mala, nunca se le puede apoyar, ni convocar a los reservistas, ni fortalecerla, ni mejorarla, ni dotarla. Es el brazo armado de la burguesía y punto. Su más reciente postura es cobrarles a los militares las victorias sobre la guerrilla por medio de la ordalía jurídica. ¿El Estado? El Estado es culpable de los males de la República, está ausente de las comunidades. Es un ente lejano y anónimo, separado de la “pobrecía”.- La Democracia colombiana no existe, es una farsa, pero hay que utilizarla para elegir a los camaradas defensores de DDHH y de las víctimas del terrorismo de estado- Cuba Socialista y Venezuela Chavista son el paradigma del cambio y ejemplos a seguir. – Y las canciones de protesta de Víctor Jara, Mercedes Sosa y Carlos Puebla son la memoria histórica de una generación lúcida y sacrificada que no pudo llegar al poder debido a la represión y al imperialismo.

Aunque ha pasado ya mucho tiempo, el mamerto que llevamos dentro está todavía vivo y ardiendo, porque aún se alimenta del resentimiento social. El resentido social es un personaje con fibra de anarkos, individualista y por ende antiestatista, en el sentido más contradictorio. Rechaza toda acción que conduzca al fortalecimiento del Estado: eficacia administrativa, eliminación de dependencias inútiles, laboriosidad y eficiencia de los maestros y profesores, leyes para evitar evasiones, TLC, fuero militar, etc. En cambio pide protección policial contra los delincuentes, universidad pública gratuita, servicios públicos óptimos, rapidez de los bomberos y leyes laxas en materia de impuestos.El mamerto exige al estado, pero nunca se compromete en su desarrollo y defensa. Conjuga el verbo defender los derechos, pero desconoce el verbo cumplir los deberes constitucionales.

El mamerto, en materia de paz, está convencido de que la guerrilla tiene mucha razón con padrenuestros, que los secuestrados son “retenidos”, que el diálogo es la solución al conflicto para que a la guerrilla se le acepten sus peticiones, que no existe voluntad para acuerdos de paz porque a los militares colombianos no les interesa y a los empresarios les conviene el conflicto. Que las autodefensas nacieron primero que las Farc y que el mundo colombiano se divide en dos: los defensores del mamertismo con justicia social y el paramilitarismo que son todos los demás, aliados a los dueños del imperio.

No registra un modelo único de mamerto. Los hay dedicados a algunas ONG en una lujuriosa tarea de salvadores de almas. Son los nuevos misioneros con particular modelo de democracia, decretan la neutralidad verbal, pero en sus comentarios y en su magisterio le hacen cajón a la derrota del Estado.

Los hay dentro de los partidos por docenas. Liberales que son mamertos de segunda generación: globofóbicos en ecología, burgueses en los consumos, lloran escuchando La Internacional o a Cabrundo Fecales. Goditos de izquierda teológica y jesuita, que justifican la violencia o el terrorismo interno con la tesis de que mientras haya pobres existirá la guerra.

Hay mamertos y mamertas de nuevo cuño para quienes León Valencia es un nuevo José María Córdoba, y el Colectivo de Abogados el Congreso Admirable. Para los mamertos de la escopolamina intelectual, una categoría natural de Bogotá, todo lo que no sea relax, blandura, manitos al viento con movimientos rotatorios, social-bacanería venteada, defensa del puesto y no del trabajo, exaltación del cargo y no de la labor, lo que no sea eso, es puro fascismo. En resumen: el mamertismo es la enfermedad infantil del izquierdismo. No lo dijo Lenin. Lo dijo Majija, varias veces, y Majija fue alumno de Pedro Urdimales. Claro que en el “disco duro” de un mamerto no tiene registrado a Majija. Tampoco a Pedro Urdimales.