Gustavo Salazar

Por: Gustavo Salazar Pineda

Aparentemente y en teoría todos tenemos la posibilidad de ascenso social y de ingresar al mundo de la alta gerencia empresarial.  Se piensa que es fácil acceder a los altos y medianos cargos de las empresas de los países y de las transnacionales.   Nada más engañoso que la prédica de la democratización en la escogencia y acceso a cargos de importancia en las empresas particulares y las del Estado.

El fenómeno puede equiparse con lo que ocurre en las grandes ligas de fútbol, bien sea la española, la inglesa, la argentina o la colombiana, en la competición por los títulos se estima y considera que todos los clubes pueden llegar a ser campeones, empero el abismo inmenso entre clubes grandes y chicos termina por demostrar que aquellos cuyas cuentas corrientes, fichajes y jugadores representan millones de euros, dólares o libras esterlinas, son los que en última instancia terminan llevándose los títulos y exhibiendo las copas.

Es impensable que un club pequeño como el Getafe de España termine colocando estrellas en sus camisetas.   Casi siempre el círculo de ganadores se torna repetitivo y monótono entre el Barcelona, el Real Madrid y el Atlético de Madrid.  Fenómeno similar ocurre en Italia, Inglaterra, Argentina, México o Colombia.

Con los mandos medios y altos de dirección de empresas en muchos países del mundo acontece lo que pasa en el popular deporte del balompié.  El filtro gerencial empieza en las universidades de altísimo renombre mundial.  Hace muchísimos años que Inglaterra y Estados Unidos se llevan el honroso título de poseer las 10 mejores universidades del mundo.    Es casi imposible observar en el catálogo de universidades del orbe  a claustros de países tercermundistas.

Que nuestras universidades más competentes estén ubicadas en puestos cercanos al número 500 indica y señala la brecha grandísima existente entre los centros de enseñanza superiores nuestros y las míticas universidades de Oxford, Cambridge y otras reconocidas mundialmente como las más competentes y formadoras de excelentes graduandos.   Esa diferencia de calidad de educación también se da al interior de cada país, de allí que de las centenares de universidades colombianas que hay en el mundo de la enseñanza superior, apenas si llegan a 10 las que ofrecen una calidad educativa excelsa y la mayoría adolece de protuberantes fallas educacionales y presenta una discutible formación de sus alumnos.   Y de los precios de la educación a nivel de posgrados, diplomados y maestrías, mejor ni habar.  En nuestro medio hay que ser medianamente multimillonario para sufragar matrículas que se acercan a los 100 millones de pesos.  Este tema afecta a muchos profesiones, pero principalmente a las tradicionalmente clásicas como la medicina, el derecho, la administración de empresas y en menor medida otras áreas del conocimiento como la publicidad, el mercadeo o las ingenierías, especialmente la de sistemas.

Constituye una verdad de a puño que una especialización garantiza al profesional de la salud, del derecho, las ingenierías, las ciencias económicas o administrativas y otras áreas del conocimiento un elevado sueldo o una dignísima remuneración salarial y garantiza al mismo tiempo un buen status social  profesional.   El problema estriba en considerar el grado de dificultad y los obstáculos innumerables que se presentan en el camino hacia la especialización, maestría o diplomado.   Es insólito que en el área de la medicina el filtro sea tan decantado que para dos plazas de especialización en cirugía, oncología, estética, cardiología, etc., se presenten miles de aspirantes y los privilegiados que obtengan el cupo deban dedicarse el tiempo completo de 3 a 5 años en sus estudios sin que puedan durante la especialización ejercer su profesión.   Con ello se prueba que solamente hijos de familias adineradas y con excelentes contactos y relaciones sociales pueden darse el lujo de ser especialistas en determinadas áreas de la salud y otras áreas del conocimiento.

Y qué decir de la frustración de centenares de miles de jóvenes que egresan de las universidades iberoamericanas que se ven impotentes y frustrados en su anhelo de ejercer sus profesiones y acceder a un digno empleo.  España, Colombia, Venezuela, México, Argentina y muchos países más representan las naciones y estados que tienen altísimos índices de desempleo profesional juvenil.  Mientras millones de egresados padecen el paro o el desempleo profesional de menores de 30 años, un puñado de personas accede a cargos y puestos de altísimo nivel.

La inmensa minoría trabaja, gerencia y vive como los magnates y la gran masa sufre y padece esta desigualdad profesional.