Por: Gustavo Salazar Pineda
Que la relación matrimonial clásica es una incubadora y fuente inagotable de personas infelices e insatisfechas lo demuestra el hecho que cada día la gente se casa menos y se separa más. El indiscutible y patente analfabetismo emocional y sentimental produce personas profundamente tristes y tediosas dentro del contexto de la vida familiar, construida bajo los rígidos cánones del matrimonio a perpetuidad que es la esencia del matrimonio católico, pregonado antaño como indisoluble en el derecho canónico, que ha ido cediendo en su ortodoxia por parte de la alta jerarquía romana ante una aplastante realidad de matrimonios desavenidos y conflictivos.
La joven, entusiasta y hermosa mujer es encerrada en los infamantes barrotes del hogar desperdiciándose su talento, inteligencia y energía y de allí que pasados unos pocos años su figura corporal, su rostro y su mirada denotan una profunda tristeza y amargura hondas ante la frustración de no poder desarrollar todo su potencial.
También acontece que la mujer que entrega su mayor tiempo a la actividad laboral, especialmente la ejecutiva, recibe el reproche injusto de sus hijos que la acusan de haber sacrificado su éxito en el trabajo a cambio de una adecuada crianza de su prole. Suele leerse y escucharse frecuentemente a reconocidas y afamadas féminas que entradas en su madurez sufren de complejo de culpa por dedicar más tiempo a su desarrollo personal y profesional que al cuidado y manutención de sus hijos. Puede verse actualmente tal actitud incluso en los hombres. El hombre que desempeñó por ocho años el segundo cargo en importancia dentro del estado colombiano, públicamente confesó, al filo de los 50 años, haber descuidado a su esposa e hijos dentro del desempeño de su importante cargo de elección popular.
Una exitosa y joven periodista, hoy retirada por motivos ajenos a su voluntad, contó igualmente en una entrevista a una conocida revista erótica de nuestro país, que no cambia su status de mamá y esposa por su antes afamado cargo de presentadora de un noticiero radial matutino. Puede entonces advertirse todos los inconvenientes derivados de la estructura matrimonial de corte religioso-cristiano que obliga a perpetuidad a permanecer ungido a los muros infamantes de la vida familiar, aún en el supuesto que no exista amor ni disposición hacia el compañero sentimental, chantaje jurídico y religioso que colma de desdicha, amargura y tedio a los emparejados por los ritos de la biblia cristiana.
No cabe imaginar el infierno existencial de las esposas y mujeres de los llamados hombres públicos que entregados a sus cargos y a sus quehaceres políticos abandonan y olvidan sus hogares, de los que únicamente pretenden apropiarse una vez quedan cesantes en el ejercicio de los mismos. Hombres pertenecientes a los más altos cargos que atraídos por el señuelo de títulos como ministros, magistrados y falsas como hipócritas venias y genuflexiones que les brindan sus subalternos, se creen ellos insustituibles e imprescindibles, convirtiéndose en seres graves, pesados, presumidos de su importancia y valía que andan por el mundo mirando y tratando con desdén al prójimo, que en calidad de espacios marcan una línea de distancia con su cónyuge y con sus hijos, actitud arrogante, fría y prepotente propia de los flemáticos y desdeñosos ingleses nobiliarios. A estos aparentemente felices esposos apenas se les logra intuir una falsa sonrisa cuando asisten a cocteles u otros agasajos públicos, eventos en los que se hace más patente la inducida y falsa alegría conyugal. Es la manifestación clara del aburrimiento existencial maquillado para que la opinión pública se forme una idea equivocada del aparente ejemplar y modelo esposo de familia, digno de respeto y admiración en lo privado y en lo público. Afirmado de otra manera: la vida es una pequeña comedia, cuyo sainete principal en el que existen grandes actores que impostan su verdadera vida, es el matrimonio clásico, cuyos títeres y arlequines se muestran en apariencia felices, cuales payasos que esconden su alegría en una bien estudiada y aprendida risa.
Cierto es que todos somos comediantes en el diario vivir, pero algunos solemos aceptar con serenidad que no es necesario mentir a los demás y nos mentirnos a nosotros mismos haciendo creer que la dura convivencia es fuente inagotable de felicidad, cuando sabido es que es el más difícil arte al que se enfrentan mujeres y hombres cotidianamente. Los sabios de la ciencia del comportamiento humano y expertos en las relaciones conyugales, entre ellos el excelso psiquiatra, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, Enrique Rojas, lo enseña en libro El amor inteligente: “El drama de la convivencia es el paso del Ecuador más difícil que hay que cruzar para alcanzar una relación estable. La convivencia es dramática, no hay que perder de vista que sus grandes enemigos son el cansancio del día a día, la falta de novedades de una vida monótona, lánguida e insulsa y el hecho de no compartir conductas gratificantes”.
En resumen, el pueblo judío nos legó la incómoda tradición martirizadora de una cadena perpetua, que es, en definitiva, el matrimonio católico.