Por: Jaime Jaramillo Panesso

Desde que se anunció dialogar sobre la agenda de paz convenida entre el gobierno de Presidente Juan Manuel Santos y las FARC-EP, los voceros de esta última organización han venido hablando desde la Habana con la mayor asiduidad y complementando, con su propia hermenéutica e intereses, el documento de una posible paz que discutirá en Oslo y en la capital de Cuba. Además, no se sabe cuál de las dos ciudades es más aburridora. ¿Será que negociadores aburridos producirán una paz alegre?

Los “comandantes” de la guerrilla declararon inicialmente que ellos no eran traficantes de droga ilegal ni tenían secuestrados en su poder. Lo primero que se oyó fue una carcajada nacional, estruendosa. Sobre la coca  (y la heroína del Cauca) están tan untados que se les aplica, por las autoridades internacionales, la denominación de ser uno de los más grandes carteles o empresas transnacionales de estos productos. En el tema de los secuestrados habló País libre, la Ong que  recoge la información de las víctimas y quien demostró que son más de dos mil secuestrados desaparecidos, civiles, policía y militares. De igual manera se manifestaron los gremios del campo, es especial los ganaderos, que  ellos, los secuestradores de las Farc tenían cientos de sus socios en sus manos. La respuesta de las Farc fue el silencio. Lo que ocurre es que la mayoría de esos secuestrados están muertos (o casi todos). Las condiciones de vida, las enfermedades del monte, los esfuerzo sobrehumanos a los cuales se le someten, las fugas frustradas, etc. dan de baja a los secuestrados que son enterrados en “las montañas de Colombia”, como suelen decir en sus comunicados. Este monstruoso delito no puede ser motivo de negociación. Exigir la libertad de los pocos plagiados vivos en sus manos es comenzar con la verdad.

Días después, voló otra afirmación, “el acuerdo de la paz” que firme entre el gobierno y las Farc (palabras del Comandante Paris) debe ser presentado para su refrendación a una Asamblea Nacional Constituyente. Este camino es el que necesitan para obtener amnistía e indulto, pues la Corte Pena Internacional, que no tiene dientes y que para juzgar a dos generales serbios de la guerra en Yugoslavia se ha demorado cuatro años, tendrá que abstenerse de intervenir ante un acto soberano de la nación colombiana. Por lo demás, el Fiscal General ha dicho que los guerrilleros no irán a prisión. Mecanismos  de excepción vía justicia transicional podrán aplicarse.

 

Pero los guerrilleros en La Habana siguen generando “soluciones” extramesa de negociación. También afirmaron que las FARC no son victimarias, es decir, ellas no han causado daño en persona alguna sino en casos defensa propia. Ellas, las Farc,  lo que son es víctimas. Víctimas del estado, víctimas de la oligarquía y del imperialismo, víctimas de la injusticia y del sistema. Por lo tanto no tienen porqué reparar a nadie y en consecuencia son ellos los que deben ser reparados.

Así las cosas, pre-Oslo y pre-Habana, los negociadores colombianos saben a qué sofismas y argucias deberán responder. Están poniendo unos obstáculos de gran tamaño.  Las negociaciones van a ser duras y con tendencia a romperse. No son realistas. Hacen perder la esperanza. Quedan asuntos gruesos como el problema de las tierras y las minas, la representación política, la participación política y los privilegios por desmovilizarse, el cese al fuego unilateral, el proceso paralelo con el ELN, la entrega de las armas (¿Una Comisión Internacional las recibiría en custodia? ¿Las tirarían al mar? ¿Las fundirían? ) Ante este panorama cualquiera se enferma de la próstata, con las pretensiones de los apóstatas, de los apóstatas de la democracia. No basta orinar bien. Más importante es pensar bien.