Por: Santiago Montañez
«En realidad, hay dos especies de utopías: las utopías proletarias socialistas que gozan de la propiedad de no realizarse nunca, y las utopías capitalistas que, desgraciadamente, tienden a realizarse con mucha frecuencia.» Michael Foucault
“… Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los 60, 70 u 80. Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió…”1; Para hablar de democracia en la universidad, debemos partir de la base que la universidad publica está anquilosada en el tiempo, como si se mantuviera intacta en un capullo que “protegió” la utopía que moraba en ella, la conservó y trasportó hasta el mundo de hoy, un mundo distinto, en la actualidad los discursos políticos por opositores que sean, ya no se basan en la dicotomía izquierda y derecha que protagonizó los debates académicos y políticos durante parte del siglo XX, ya no se puede trazar la discusión Estado versus universidad pública, ya que, aunque muchos no lo acepten esta hace parte del Estado y conjuga uno de los fines últimos de éste, así mismo no se puede legitimar el uso de la fuerza, ni la violencia (de los dos bandos) en los espacios académicos, puesto que se establece que los libros y las armas no tienen porque compartir los mismos espacios, es más, ninguno de los dos pueden coexistir dentro del mismo claustro, tampoco se puede aceptar la violencia como mecanismo coercitivo de la protesta, ni mucho menos que esta última se convierta en actos que atenten contra la estabilidad del Estado, y la gobernabilidad.
Cuando en el claustro académico fuente de sabiduría y conocimiento, los libros conviven con la abundancia de drogas ilícitas, prostitución, homosexualidad, hurtos, atracos, corrupción y ventas de mercancía pirata, que aunque sean problemas sociales no tienen por qué manifestarse en un espacio que es exclusivamente para la formación académica de los jóvenes de los estratos bajos de la ciudad y el departamento, al permitir que dichos flagelos sociales tengan cabida en la universidad, se está privatizando lo público, y con ello se están coartando los derechos de la población estudiantil, que es muy vulnerable a aumentar los fenómenos sociales y económicos ilícitos que vive nuestra localidad, por consiguiente al permitir que unos pocos movidos por interés particulares, casi siempre económicos, se tomen las instalaciones y su dotación, para el establecimiento de sus ventas y negocios, (algunos de ellos muy bien dotados) coartan el interés general de quienes quieren realizar sus labores académicas ocupando los espacios tales como pasillos, correderos andenes mesas y silletería destinada para este fin. Pero lo grave no es esto, el problema se acrecienta, cuando unos pocos movidos de igual forma por intereses ya no económicos sino ideológicos radicales, lo cual es muy preocupante, atentan contra el pluralismo, la libre expresión, la libre militancia política y otros derechos, actúan de forma beligerante contra la fuerza pública, y con sus expresión intimidan la población estudiantil generando inestabilidad dentro y fuera de la universidad.
Todo esto genera un entorno no propicio para manifestaciones democráticas, ni para la democracia misma, más lo anterior no significa que no se sea consciente de lo complejo de la problemática social que vive la ciudad (pobreza, narcotráfico y demás flagelos), que inevitablemente permean la universidad y los entes que la componen, sin embargo, estos no deberían manifestarse en la universidad, fenómeno que no ocurre en otras, esto se debe en parte a la actitud permisiva durante muchos años de las diferentes administraciones de la misma, la pregunta que surge es ¿cuál sería el punto de equilibrio entre realidad social y contexto académico?, esto quiere decir que se deben encontrar respuestas para que los estudiantes de escasos recursos realicen sus labores académicas sin tener que asumir el papel de venteros ambulantes, prostitutas, jibaros o ladrones; en esta misma medida la administración departamental, municipal y universitaria, junto a los estudiantes deberían conformar una mesa permanente de trabajo para buscar soluciones concretas a dicha problemática, brindándole la prioridad al dialogo y al consenso que es el fin último de la democracia.
Respecto a la relación democracia y universidad, se considera que en la universidad no hay democracia porque no la tiene que haber, sin embargo es una institución democrática, es decir dentro de la universidad no se puede hablar de que existe democracia, puesto que no existen manifestaciones procedimentales de la misma, dado que no hay elecciones populares y/o masivas, sin embargo sí se realizan procesos abiertamente democráticos como las admisiones, la elección de docentes y de directivos, lo que se podría definir como una democracia restringida, no abierta, ni popular, dado que existen patrones de autoridad y disciplina que deben operar dentro de la universidad como institución estatal, además existen indicios de una democracia deliberativa al reunirse asambleas tanto de estudiantes como profesores y empleados, por otro lado, la asociación sindical, la elección y representación de los diversos entes que integran la universidad son características de una democracia, en contraste, al no haber elecciones populares no se podría denominar como una democracia plena, y cuando se establece que “no tiene que haber democracia” es porque en la universidad la democracia no está como fin, ni como medio. Esto ocurre porque la universidad en sí misma no es un fin democrático, sino un medio de la democracia, a través del cual el Estado garantiza el derecho a la educación, y genera condiciones no de igualdad, sino de equidad a los ciudadanos que no tienen la capacidad de garantizarse este derecho por sus propios medios, es más se puede afirmar que la universidad en sí misma, es la expresión de la democracia al permitir la manifestación multicultural y política, además al generar condiciones de equidad y posibilidad de progreso entre sus miembros, presentándose como un espacio donde cada quien se debe generar sus opciones, sin que eso implique que ella debe concederle esas opciones, la universidad es el cuerpo físico donde fluyen las opciones de los ciudadanos, para gesten su futuro.
Por lo tanto, los diferentes órganos que tienen injerencia sobre la universidad deben asumir el compromiso de generar más condiciones que permitan que en la universidad se ejerza una democracia plena, es decir que se deben corregir todos los actos antidemocráticos como las manifestaciones políticas unitarias a través de la violencia dentro de la universidad, se debe además, optimizar y ampliar los programas que mejoran las condiciones económicas de los estudiantes de escasos recursos.