Hoy es Sábado Santo. Jesús ha muerto. Es un día de duelo y reflexión porque acaban de matar la verdad, la justicia, la dignidad y todo lo que Jesús representaba.

Parece que el odio, la mentira y la corrupción hubieran ganado. Parece que la decencia hubiera sido sepultada.

En el ambiente hay oscuridad, quietud, silencio… Menos mal es una pausa, con fe y esperanza.

Con la de Jesús, yo confío en la resurrección de una sociedad más equitativa, responsable, deliberante, constructiva, dignificante y convencida de la urgencia de respetar, defender y promover principios, valores y derechos que garanticen, precisamente, una sociedad más justa, democrática y sostenible.

Yo espero la resurrección de un país en el que nuestros políticos se convenzan de lo fundamental de no negociar su dignidad ni la de los demás; que entiendan que servir no es enriquecerse; y que no olviden que son elegidos para trabajar por el interés general y no para privilegiar a unos cuantos y a sus financiadores. ¡Colombia necesita políticos decentes!

Y, al mismo tiempo, tengo la esperanza en la existencia de ciudadanos que piensen, que participen y que decidan apoyar a quienes los convenzan con inteligencia y con argumentos. Confío en que aumente el número de ciudadanos que rechace a los que buscan réditos electorales con odio, con insultos y con ofensas. ¡Fe y esperanza en más gente votando con conciencia! Más ciudadanos bien informados por periodistas éticos, defensores de principios básicos como la verdad, la independencia y el interés general; ciudadanos mejor informados por un periodismo libre pero responsable, que garantice el fortalecimiento de nuestra democracia.

Frente a la tumba de Jesús: silencio profundo y la esperanza de que su resurrección sea, también, la de una sociedad mejor, con mejores ciudadanos y líderes que permitan la consolidación de una democracia con valores como la participación, la libertad, la justicia y la transparencia, esenciales para construir instituciones legítimas y confiables.