Por: Jaime Jaramillo Panesso
Los debates sobre la ubicación “doctrinaria” de las corrientes políticas en el mundo, son promovidos por los intelectuales de diferentes formaciones académicas y retomadas por los estamentos o conjuntos de pensamiento y acción de los partidos y movimientos en los distintos países. En un mundo integrado por la vía comunicacional, ruedan con rapidez las expresiones y declaraciones de los dirigentes políticos que se refieren abierta o implícitamente al tema de izquierda y derecha.
Ambos términos puede servir para dos objetivos: uno, para denostar contra su oponente sindicándolo de izquierdista o derechista, cuando el público que lo lee o escucha está en un estado prejuicioso. O dos, el señalamiento tiene la intención de esclarecer posiciones de acuerdo a las reglas de la ciencia política.
En el partido Centro Democrático se ha tocado el asunto, sin que hasta ahora sea perturbador de la marcha y de las metas de mediano y largo plazo, a menos que el debate se convierta en un fracturador con visos de fanatismo en alguna de las partes. El CD es un partido pluralista y no confesional, que tiene afiliados provenientes de personas que no han tenido militancia alguna, otras llegan de las toldas liberales, conservadoras y de las variopintas organizaciones de izquierda hundidas por la historia. Pero la base organizativa del CD en sus momentos genéticos fue el encuentro de nuevos y antiguos uribistas, así, uribistas a secas que hoy podrían definirse como los históricos, que por cierto no reclaman derechos de primogenitura, sino la defensa del principio de la unidad en la diversidad, combinada con el otro principio democrático de mayorías y minorías. Un “detalle” que se consagra no en lo ideológico, sino en lo humano: el CD tiene un líder único, con cubrimiento nacional y que está situado en el centro del amplio espectro político de la nación, cuyo testimonio de vida es indiscutible: Uribe.
Ahora bien: en el pugilato político colombiano la izquierda que tiene el monopolio ideológico está en manos de las Farc y su Partido Comunista y esta izquierda armada y violenta es la abierta contradictoria del CD, por ser el mayor partido de la oposición que defiende la democracia y la Constitución. Pero no es el único partido que predica su oposición a esa izquierda. Existen otras corrientes y personalidades que comparten iguales ideas. Y es ahí donde pragmáticamente deben confluir los partidos, corrientes y personalidades, conformando una Alianza o Frente Republicano que ataje y derrote a la izquierda violenta que en uso de la estrategia de operar todas las formas de lucha, se ha unido al santismo, al Partido liberal y a otros partidos para construir un aparato político con la aspiración de tomarse el poder por la vía democrática y demoler la democracia desde su presunta victoria.
¿Vale la pena debatir si el CD debe declararse de derecha cuando tiene claro cuál es su contendor y cuál es su responsabilidad histórica en esta coyuntura donde han capitulado los empresarios y grandes capitalistas, la fronda aristocrática bogotana, las cúpulas militares, los dirigentes alimentados con la corrupción y el clientelismo? ¿Si la democracia es hoy una conquista de la derecha civilizada, no es suficiente razón para defenderla desde el centro que reúne a la diversidad de colombianos que ven amenazada la libertad que es un valor de la izquierda democrática? El centro existe porque existen la izquierda y la derecha. El centro no es amenaza para nadie. En cambio, cuando la derecha y la izquierda están enfrentadas, contienen atávicamente la tendencia a excluirse la una a la otra, tensionan a la sociedad y en muchas ocasiones rompen la tensión de manera violenta. No obstante, y para gozo del izquierdismo vacío del partido liberal y del pensamiento fantasma ideológico del partido de la U, la prensa y los voceros del santismo y del marxismo criollo fariano, el CD es la derecha. Necesitan fabricarla para posar de “progres”, aunque los colombianos veamos lo que ocurre en Venezuela con su admiración y apoyo.