Edwin Franco

Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría

Paradójico resulta que el proceso de paz llevado a cabo con las Farc tenga actualmente al país con el orden público tan o más alterado como si no hubiera habido acuerdo.  Y es que se vendió la falsa idea de que la negociación con la guerrilla traería la paz, lo cual no era cierto por la cantidad de actores armados al margen de la ley que hay en Colombia.

Conocidos los detalles del acuerdo se empezó a ver que a la guerrilla se le habían hechos concesiones impensables y fue así como se estableció que se harían sustituciones voluntarias de los cultivos ilícitos y que el gobierno le pagaría a los campesinos dedicados a esta actividad una suma de dinero determinada por cada hectárea que se sustituyera por cultivos lícitos.   Posteriormente y como derivación de lo negociado dijo el presidente que no se seguirían fumigando aéreamente con glifosato los cultivos de coca dizque porque eran nocivos para la salud y se causaban daños a otros cultivos lícitos.  Con esta nueva política, la guerrilla y quienes se dedicaban al negocio de las drogas se frotaron las manos, porque los cultivos comenzaron rápidamente a incrementarse:   el incentivo económico lo que hizo fue atraer a otros campesinos a la siembra de coca, pues se pagaría por la erradicación voluntaria la suma de 36 millones de pesos por hectárea y la no fumigación trajo como consecuencia, también, más siembra.   De aproximadamente 45.000 hectáreas que había en el año 2010 sembradas se pasó a 210.000, que según la DEA, la fiscalía y la embajada americana, hay actualmente.  No será coincidencia entonces que los frentes de la guerrilla que no se acogieron al proceso de paz fueron precisamente aquellos que históricamente se han dedicado al negocio de la coca.   Además aparecieron nuevos actores en el negocio, pues según el fiscal general hasta integrantes del cartel de Sinaloa (México) hay en el país cuidando los cultivos.  El ELN, las bandas criminales y hasta la delincuencia común también han hecho su agosto en esta bonanza cocalera que experimenta el país.

Todo el mundo sabe que lo que mantiene vivo el conflicto en Colombia es la coca y al haber tanta la violencia se incrementa y es precisamente lo que está ocurriendo.   El ELN está más fuerte que nunca y más ahora que dijo que como las Farc desaparecieron como grupo insurgente y como partido político nunca surgieron, les corresponde a ellos mantener la lucha armada y ahora más que antes tienen con qué financiarla.  Las disidencias de la guerrilla, que no fue por azar que no se hayan acogido al proceso, tienen los bolsillos llenos, igual les pasa a los grupos delincuenciales y los que la venden al consumidor final también están felices.  La muerte de los líderes sociales, que con razón tiene conmocionado al país, tiene relación directa con las malas decisiones que tomó el gobierno en materia de cultivos ilícitos y la tiene porque al necesitar sembrarse más, más tierra se requiere para ello y no es precisamente comprándola que se adquiere, es mediante el despojo a los campesinos que se accede a ella y en ocasiones con el consiguiente desplazamiento de los mismos.   En estas condiciones estos líderes no tienen opción distinta a denunciar estos hechos, lo que los convierte de inmediato en objetivo y en presa fácil de quienes están al frente del negocio, porque el gobierno tampoco los protege y les da garantías para ejercer su trabajo.

Tuvieron que casi quintuplicarse los cultivos de coca y haber más muertos para que el gobierno se diera cuenta del error cometido, ahora que ya se va, ordenó que se fumigue de nuevo con glifosato.   Muy tarde.