Ruben Darío Barrientos

Por: Rubén Darío Barrientos G.
rdbarrientos@une.net.co

No se ha precisado realmente el valor integral de las elecciones en Colombia, para este 2018, aunque ya hay cifras que se divulgaron y que apuntan a que podría estar su monto entre $ 1,2 billones (ello se afirmó en El Tiempo, el 29 de enero de 2018) y $ 1.7 billones (se dijo en Noticias Caracol, el 23 de enero de 2018). Desde luego, ello cobija: consultas interpartidistas, votaciones congresionales y presidenciales –en primera y segunda vuelta–, impresión de tarjetones y material electoral, costos de personal, transporte, logística, publicidad en medios, anticipos de gastos de campaña y reposición de votos.

Sea cual fuere el quantum final, hablar de cifras muy superiores al billón de pesos, ya prenden las alarmas y hacen reflexionar sobre la justificación o no de sus galopantes costos. Dentro de ese examen, emerge el análisis obligado de la segunda vuelta en presidenciales. Y sobre este asunto particular, presentaré algunas consideraciones sobre dicha materia, que demuestran que la democracia vale pero que pueden hacerse esfuerzos por hacer que la cifra se adelgace. La Registraduría Nacional del Estado Civil, le solicitó al Ministro de Hacienda que provea recursos por $ 220.000 millones para la segunda vuelta presidencial del 17 de junio, amén de que insinuó que se necesitan otros $ 80.000 millones para la consulta anticorrupción, que no puede realizarse el mismo día de la segunda vuelta presidencial. Así no podemos seguir, es la verdad.

Un país que es capaz de hacer dos consultas separadas (la Liberal del 19 de noviembre del año pasado, que se situó en un costo del orden de $ 40.000 millones y las dos consultas –ganadas por Duque y Petro– del 11 de marzo último, que ascendieron a $ 33.000 millones, amén de la nueva de anticorrupción) tiene vocación derrochadora aunque esté plegada su condición a la normatividad vigente. Lo grave no es lo que se viene gastando, es que no haya un pare para revisar esta temática. Muchos analistas siguen empecinados en hacer notar que el voto en blanco no tiene ninguna importancia (lo que es cierto), pero allí no está el quid de lo que es más valioso: cuestionarse y acudir a la vía del artículo 374 de la C.N., que dice: “La Constitución Política podrá ser reformada por el Congreso, por una Asamblea Constituyente o por el pueblo mediante referendo”.

Desde la expedición de la Constitución, se han practicado 41 reformas para una modificación de 127 artículos. Transcribo el artículo 190 de la C.N. que reza: “El Presidente de la República será elegido para un período de cuatro años, por la mitad más uno de los votos que, de manera secreta y directa, depositen los ciudadanos en la fecha y con las formalidades que determine la ley. Si ningún candidato obtiene dicha mayoría, se celebrará una nueva votación que tendrá lugar tres semanas más tarde, en la que sólo participarán los dos candidatos que hubieren obtenido las más altas votaciones. Será declarado Presidente quien obtenga el mayor número de votos (…)”.

Ahora sí vamos al grano, mirando estos espejos: A) Primer caso: elecciones presidenciales del año 2010, en donde Juan Manuel Santos obtuvo 6.802.043 votos en primera vuelta y Antanas Mockus, 3.134.222. Una diferencia abismal de 3.667.821 votos. Pero tuvieron que ir a segunda vuelta, así lo haya más que doblado Santos, porque no obtuvo el 50% de los votos totales que eran 7.390.510 y B) Segundo caso: elecciones presidenciales del año 2018, en donde Iván Duque obtuvo 7.569.693 votos en primera vuelta y Gustavo Petro, 4.851.254. Una diferencia de 2.718.439 votos. Pero tienen que ir a segunda vuelta, así sea un cifra de la victoria muy holgada, porque no se obtuvo tampoco el 50% de los votos totales.

¿Cuál es la propuesta? Que el Congreso, mediante un Acto Legislativo, reforme el precitado artículo 190 C.N. en este sentido: el candidato presidencial que obtenga en primera vuelta al menos una tercera parte de los votos totales (33,33%) e igualmente aventaje al segundo al menos por un 10%, será el presidente de la república. Con esta modificación constitucional (algún congresista debería tomar esta bandera reformatoria), Santos en el 2010 y Duque en el 2018, hubieran sido presidentes en única vuelta. Nada del 50% + 1 voto, que es prácticamente imposible ganarlo hoy. No es justo seguir dilapidando dinero en segundas vueltas con triunfos tan amplios. El doble requisito (votos más diferencia) pondrían el tatequieto.