Por: Margarita María Restrepo
Esta semana el ex presidente Uribe concurrió a la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia con el fin de exponer ante los magistrados de dicho cuerpo su versión respecto del cúmulo de mentiras que sobre él, sobre Óscar Iván Zuluaga y sobre el Centro Democrático ha dicho el condenado y supuesto hacker Andrés Sepúlveda.
Pero el doctor Uribe fue más allá y se valió de la oportunidad para poner de presente ante la más alta corte de nuestro país los hechos que prueban la atroz persecución política y judicial que se ha desatado contra los más rutilantes miembros del uribismo. Citó los casos de los altos funcionarios injustamente condenados, de aquellos que han sido encarcelados con base en testimonios de personas pagadas por opositores políticos y de quienes han tenido que emprender el duro camino del exilio.
Vista la colección de evidencias presentadas por el ex presidente, hasta el más agudo de nuestros críticos tendrá que reconocer que contra el Centro Democrático hay una operación muy bien orquestada de desprestigio y persecución.
Y el pueblo así lo entiende, pues a pesar de la campaña que sin lugar a dudas emana del Gobierno Nacional, la popularidad del uribismo crece mientras que la imagen del Presidente Santos se desploma.
La triste evaluación que la opinión pública hace del Gobierno es consecuencia de eso. Santos, en vez de dedicar sus esfuerzos para gobernar a los colombianos, se dio a la tarea de poner al Estado al servicio de una vindicta personal contra Uribe y todos aquellos que lo acompañamos. En vez de continuar por el camino que transitaba nuestro país, decidió –por pura vanidad personal- dar un viraje que mucho le ha costado a su gobierno, pero sobre todo mucho le ha costado al país.
El proceso de paz está condenado al fracaso. No hay posibilidad de que éste se endurezca, pues las Farc saben que tienen como a interlocutor a un gobierno débil que carece del carácter suficiente para obligarlas a cumplir con unos mínimos en materia de desescalonamiento de la violencia.
Los planteamientos del uribismo frente al proceso de paz, que no son de ahora, han sido desatendidos íntegramente por el Gobierno. Todas nuestras demandas son perfectamente pertinentes y necesarias. Creemos que la paz es posible, siempre y cuando el proceso de negociación no sirva de plataforma para el fortalecimiento de la violencia.
Le hemos pedido al Gobierno que exija un cese de hostilidades verificable a través de una concentración de tropas. Nada ha hecho al respecto. Hemos insistido en la necesidad de que la guerrilla desvincule al 100 por ciento de los menores que tiene en sus filas. No solo no se ha cumplido sino que, como lo he denunciado permanentemente, las Farc continúan reclutando menores a lo largo y ancho del país. Hemos sugerido que haya una verificación internacional imparcial y técnica y el Gobierno sigue creyendo que aquello no es necesario.
Si nuestras propuestas hubieran sido atendidas, otra sería la realidad del proceso de paz y, seguramente, otro sería el nivel de aceptación del Gobierno.
El daño que el Gobierno de Santos le hace a la democracia persiguiendo con inclemencia al uribismo, acusándolo de ser enemigo de la paz por el simple hecho de que no nos acomodamos a su modelo de negociación con el terrorismo, es inconmensurable.
Se equivoca el Gobierno al creer que desprestigiando y promoviendo investigaciones judiciales espurias contra el uribismo, vamos a ceder ante sus pretensiones. La nuestra no es una posición vanidosa. Nosotros defendemos unos principios que creemos firmemente son beneficiosos para nuestro país y por eso las órdenes de captura, las condenas injustas, las persecuciones y los desprestigios que nos duelen en lo personal nos afianzan en lo político.
Seguiremos denunciando con la misma vehemencia las equivocaciones del Gobierno. Continuaremos exigiendo que el proceso de paz no menoscabe los intereses de nuestra sociedad y no cesaremos de denunciar los crímenes que día a día se ordenan desde La Habana. Así mismo, continuaremos poniendo de presente ante la justicia y ante el pueblo colombiano la dimensión de la persecución de que es objeto el uribismo.