Por: Jaime A. Fajardo Landaeta
Las opiniones expresadas en esta columna, son responsabilidad de su autor
En el espléndido podio quedaron Colombia, Antioquia y Medellín, si nos atenemos a los magníficos resultados obtenidos en los IX Juegos Suramericanos. Si bien hay que reconocer los laureles conquistados por las diferentes subsedes y sus localidades, también es cierto que el brillo de las decenas de medallas de oro puede iluminar la alcaldía de Medellín y a su máximo líder Alonso Salazar (a pesar de la soterrada competencia mediática que le montó el señor Gobernador).
Para lograr esta hazaña la ciudad, los municipios subsedes y las instituciones se la jugaron toda. Ahora le corresponde a Salazar administrar con tino y sabiduría estas ventajas y los aplausos cosechados.
En fin, después de las celebraciones originadas en los Juegos y del recogimiento inherente a la Semana Mayor, toca hacer un alto en el camino para explorar qué rumbo debe seguir el ente territorial y cómo deberán proyectarse estos positivos logros en el mediano y largo plazo. No resulta fácil administrar un triunfo tan abrumador, pero el mandatario local tiene la posibilidad de generar nuevas estrategias de ciudad que permitan abordar temas muy sensibles, que están en el ambiente y que exigen manejo y resultados tangibles.
Es de por sí un acierto la decisión de entregar la llamada Villa Suramericana utilizada por los deportistas, a personas de bajos recursos económicos y según la muy profesional administración de Comfama. Esta iniciativa genera un valor agregado al triunfo que nos ocupa, pero además llama la atención acerca de la necesidad de lograr niveles de equidad entre la infraestructura levantada para los Juegos y la urgencia de atender los problemas del hábitat que sacuden a vastos sectores de la población de Medellín.
A propósito, también debería ser objeto de debate el tema de la infraestructura social en su papel de armonizador del conflicto urbano y de cómo podría atenuar su intensidad. Es que en general las vías, las viviendas, los servicios públicos y la infraestructura social y deportiva erigida en las comunas populares parecieran orientadas a estimular el conflicto social, ya que se fundamentan en diseños que facilitan el accionar de las bandas delincuenciales. Debería hacerse el máximo esfuerzo para que estas inversiones tuvieran un mayor impacto e introdujeran mejoras en el hábitat de los ciudadanos al evitar que se formen callejones, guaridas y recovecos que terminan convertidos en refugio y en espacios de dominio de la delincuencia organizada.
Pongamos entonces el debate en la relación entre hábitat e infraestructura, en función de la convivencia y del esfuerzo por bajarle intensidad al conflicto urbano.
De otro lado, el capital tan valioso que hoy cosecha nuestro Alcalde le permite convocar a sus homólogos del Valle de Aburrá para enfrentar conjuntamente muchos de los problemas sociales que les son comunes. La conurbación facilita y reproduce el conflicto y se vuelven del ámbito subregional problemas como el deterioro del medio ambiente, al igual que la necesidad de trabajar mancomunadamente por la preservación de áreas lesionadas con el calentamiento global y que son objeto permanente de amenazas, como es el caso de los incendios forestales al estilo del ocurrido recientemente en el cerro Quitasol de Bello.
El Valle de Aburrá requiere de grandes decisiones y de hechos de impacto metropolitano: es la hora de Alonso Salazar, también para que juegue fuerte en este vital campo.
Y qué decir de los problemas metropolitanos en materia de movilidad y de transporte, que si bien muestran avances significativos también ofrecen nuevos y preocupantes retos. En fin, el Alcalde de Medellín debe valorar los logros obtenidos y –a la sombra de éstos- establecer nuevas reglas de juego en el accionar y direccionamiento no solo de la ciudad sino también del Área Metropolitana.
Felicitaciones a todas las entidades que hicieron posible el triunfo de Colombia en estas justas deportivas, al igual que a todos los funcionarios que con su tesón pusieron muy en alto el nombre de la ciudad y el departamento. Y muchas gracias y felicitaciones a un luchador nato a quien a veces no se nombra pero sin cuyo compromiso y entrega no hubiese sido posible este monumental acierto: Baltasar Medina, el presidente del Comité Olímpico Colombiano.
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