Diego Calle

Por: Diego Calle Pérez

Si Carlos Pizarro estuviera vivo sería ministro o tal vez estaría de Embajador o cónsul en otro país vecino. Si Pizarro estuviera vivo sería alcalde de Cartagena o Gobernador de Bolívar, estaría de alcalde de Tuluá o de Caloto, sería diputado o estaría de profesor en una universidad del Opus Dei.

Si Carlos Pizarro estuviera vivo seria recordado más por sus hazañas y sus marañas de querer parecerse al Che Guevara, ese mismo que sale de boina en camisetas de propaganda. Carlos Pizarro fue asesinado en un avión de Avianca, como un mártir de una lucha de ideales de revolución armada en el país de la ilusión y la miseria. Nada ha cambiado desde que murió. Dio papaya y se dejó ilusionar de prebendas de campañas. El monte lo volvió ingenuo y creyó en la palabra de los entramados políticos. No fue capaz de dimensionar a los grandes que quería imitar.

Carlos Pizarro Leongómez, no solo murió en el recuerdo de muchos, sino que decepciono a otros tantos de seguidores y a sus propios compañeros. Al ver detalladamente su iconografía le parece a uno verlo de boina caída, como si estuviera más bien imaginándose como un Che que camino por Cuba y después por Bolivia, creyéndose un salvador de patria. Tal vez le falto dedicarse más unos meses de lecturas apropiadas a la lucha nacional y no imitar los refritos de otros países. Le falto más milicia militar y no guerrilla. Era el contexto de la época. Eran los años ochenta, los años perdidos de América Latina. Carlos Pizarro se perdió no solo en los años, sino en las teorías de un marxismo.

Pizarro el comandante “papito” como se le llamo en campaña, le abrió camino con su muerte a Navarro y a los otros militantes del churubito del M-19. Todos tan arrogantes y sobraos ocupando después ministerios, alcaldías y gobernaciones. Aplicando lo mismo o peor que lo criticado por ellos, señalando de manera ofensiva a los partidos tradicionales. El comandante papito que no se dejó agarrar en el monte, ingenuamente se dejó deslumbrar por el espejito de que iba a gobernar como Presidente de la República soñada en el monte tropical. Tan fugitivo en el monte y se entregó a la pena de muerte.

Pizarro con hermano politólogo y de hijo de almirante, no supo manejar la farsa de la bufonería teatral de la política de un país de contrastes. Pizarro es un mal ejemplo de guerrillero. Fue el que dio papaya y los otros gozan de impunidad parlamentaria. Tienen chofer, moza y servidumbre. Iguales cosas que también quería el Comandante “Papito”, con guardaespaldas y sueldo estatal.

Se conmemoran 25 años de la muerte de Carlos Pizarro, otro de los tantos que paso a la historia dando su vida en bandeja de oro, para un estado que se lo gozaba y lo esperaba sin necesidad de desgastarse en el monte, ni sufrían los oficiales y no mataban soldados por buscar el renegado que imitaba al Che, -en los años ochenta,- los años pedidos: “para que la vida no sea asesinada en primavera”. Pizarro, ni mariscal de campo, ni candidato presidencial. Colombia Tropical.