Jaime Jaramillo Panesso

Por: Jaime Jaramillo Panesso

No es extraño que una o varias estructuras de las Farc se nieguen a desmovilizarse. Hace tres años que sus máximos comandantes se encuentran ausentes viviendo la mullida instancia de negociadores en La Habana, una ciudad donde el turista, el extranjero, tiene todas las delicias a la mano, mientras el ciudadano raso cubano resiste el racionamiento de alimentos, ropa y recreación. Además no pueden ingresar a los hoteles de lujo que han construido las empresas transnacionales de turismo españolas y canadienses. En una  de las calles centrales de La Habana, al lado de un hotel cinco estrellas, se sitúan  los jóvenes masculinos prostitutos y en la otra acera, del frente, las jineteras o rameras de profesión. La vitrina humana socialista.

Los jefes de la guerrilla fariana gozan de especial protección del gobierno y del partido comunista cubanos. La vida cómoda del Secretariado y del Estado Mayor es semejante a la vida sabrosa y consumista de un buen burgués, como Don Ernesto Samper, prototipo del sibarita.

Observados desde lejos por los mandos medios que se han quedado en la selva, durmiendo en cambuches, pero acariciando el producto (la plusvalía, según su santo patrón) de la coca, del oro y de la extorción, los rebeldes a la desmovilización y entrega de armas han descubierto  que ellos tienen el mismo derecho a pensar en un futuro rico y burgués. Un comunicado del Frente No 1, histórico por supuesto, ubicado en el Guaviare y al mando de alias Gentil Duarte, quien compartió el jolgorio de la isla hace pocos días, señala que no se desmovilizará, es decir, se declara en rebeldía contra otros presuntos rebeldes. La respuesta de las Farc-Habana contra las Farc-Guaviare es un ultimátum en que les prohíbe usar el nombre, armas y bienes con ningún propósito y acusa a la disidencia de apelar a argumentaciones ideológicas y políticas a fin de ocultar la evidente influencia de intereses económicos opuestos a la terminación del conflicto (sic). El diablo haciendo hostias.

La cosa es más seria que jocosa. Los mandos farianos, por una parte, dicen que sus decisiones son de obligatorio cumplimiento y amenazan a sus camaradas, sin señalar cómo van a doblegar su rebeldía. Por otro lado, el gobierno colombiano les envía un ultimátum con  moño de crespón negro con el anuncio de darlos de baja o meterlos en prisión. ¿Unirán fuerzas militares conjuntas para rendir al Frente No. 1? ¿Pondrán las Farc a disposición de Santos y sus militares los datos de inteligencia que llevan a la extinción o captura de los disidentes? Estos guerrilleros se preparan a resistir el ataque armado de otros frentes que los vienen a reducir o a la ofensiva combinada de sus compañeros de armas y  la Fuerza Pública del gobierno.

Otros analistas advierten que existen más estructuras de las Farc que están en camino del divorcio forzado como el frente 57 que opera en Urabá y el frente 16 en Guainía y Vichada. Como estábamos advertidos, los dólares, el vino y los siete pecados capitales están corroyendo el armazón vertical de la guerrilla de Don Rodrigo Londoño, alias Timochenko.

Estamos ante un nuevo libreto fantástico de esta comedia de  las Farc, que es a la vez una tragedia para el pueblo colombiano. Mientras tanto en el Ministerio de Defensa fuman y fuman la pipa de la paz. Pero ¿qué será lo que fuman?