El domingo pasado, miles de ciudadanos salieron a marchar en silencio. No fue una marcha contra nadie… Bueno, ese era el propósito, que fue silenciado por gritos, ataques y deseos oscuros contra el presidente Gustavo Petro. Ahora, no quiero decir que el Gobierno nacional no se merezca críticas de quienes consideramos que está lleno de improvisaciones y de yerros. Pero, aunque amerite vehemencia, es inaceptable que la crítica se haga en mediio de expresiones de odio y violencia.
Si en elecciones hay polarización, la gente no va a votar por la esperanza; va a depositar odios en las urnas. La extrema derecha y la extrema izquierda alimentan el odio y el miedo para ganar elecciones. El odio paraliza todo: las ideas, la imaginación, la argumentación, hasta la vida. Por eso, el odio impide el cambio y siempre nos tira para atrás hacia estados primitivos. Odiar no es resistir; es reversar. El odio es una demencia que no tolera la diferencia.