Edwin Franco

Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría

Normalmente, con ocasión del fin de año y el comienzo de otro, muchas personas que tienen espacios en distintos medios de comunicación lo dedican para escribir sobre cuestiones relativas a cosas que se hicieron o que pasaron en el año que termina, a nivel personal, familiar o relacionadas con el acontecer nacional, en lo político, lo jurídico, en la farándula, etc., para hacer sugerencias en los mismos planos o para hacer cábalas en el año que comienza.   Son, pues, normales, los escritos dedicados a los propósitos de tipo personal (muy especialmente) en el sentido de cuáles y cómo deben ser y la manera de afrontar los problemas, que nunca faltan.

Cualquier parecido de esta columna con esta realidad, es pura coincidencia.   Solo quiero hacer un sencillo aporte sobre el tema y la época propicia para hacerlo, creo que es cualquiera del año.

Existen tantos propósitos como personas hay que los tienen.  Son muy personales y cada quien debe tener claro que quiere cada año, bien porque se quiere sacar adelante cualquier meta, ora porque el propósito de cada año es un escalón más que se asciende en el proyecto de vida que se tiene.

A lo que quiero referirme y tratar de aproximarme es a la manera cómo deben afrontarse algunas adversidades, que común y recurrentemente la gente llama problemas.

Cuando estudiaba derecho, por allá en cuarto año, a un profesor de derecho probatorio, le oí decir que cualquier problema que se nos presentara en el ejercicio de la profesión se resolvería con los principios generales del derecho, de muchos de los cuales ya tenía conocimiento por lo avanzado que iba en la carrera, y otros que he conocido y aprendido en la vida profesional y estudios que he realizado.  Y mucho de cierto que tenía aquella afirmación, algunas lagunas y vacíos legales y algunos asuntos jurídicos no fácilmente resolubles encuentran claridad y solución en los principios generales del derecho, que por ser tales condensan, resumen, iluminan e irradian toda la ciencia jurídica.  Y a ellos hay que recurrir frecuentemente.

En la vida, no solo las hemos escuchado, sino que por las distintas experiencias personales que hemos tenido las hemos aprendido y es en ellas donde se encuentra solución a muchos inconvenientes que creamos o que aparecen en nuestras vidas.  Son conocidas como “máximas”, que según uno de los significados de esta palabra es:   “Sentencia, apotegma o doctrina de contenido moral o educativo”.   También se conocen como “dichos” o “refranes”, que no son otra cosa que consejos, frases o dichos populares llenos de sabiduría a los que hay que apelar constantemente para resolver satisfactoriamente los “problemas” que se presentan, a los que a veces no les encontramos solución y nos amargan por ratos la vida.

Tantos hay que cualquier listado sobre los mimos dejaría por fuera otros muchos, igualmente importantes y llenos de sabiduría.   También hay algunos que proceden de textos religiosos.   Sin embargo, estos son solo algunos:  “El que mucho abarca, poco aprieta”; “Dime con quién andas y te diré quién eres”; “Los últimos serán los primeros”;  “La constancia vence lo que la dicha no alcanza”;  “No se meta con un negocio que no conozca”;  “El que solo se ríe, de sus picardías se acuerda”;  “La suerte de la fea, la bonita la desea”; “Más vale feo y bueno que guapo y perverso”; “Reza, pero cierra bien el carro”; “Lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años”; “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”; “Al mal tiempo,  buena cara”.

Empero, hay otros, que aunque sabios, a veces lo son más cuando se les invierte su sentido, como por ejemplo:    “Haz el bien sin mirar a quién”, podría perfectamente invertirse por “Haz el bien, pero mirando a quién”; o “El orden de los factores no altera el producto”, cuando perfectamente sabemos que ”El orden de los factores sí altera el producto”; también,  “Es mejor malo conocido que bueno por conocer” por “Es mejor bueno conocido que malo por conocer”.

No lo olviden, son muy buenas fórmulas, que no solo sirven para resolver problemas, sino que también sirven como filosofía de vida.