Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría
Parece mentira que en pleno siglo XXI, cuando llevamos varios siglos de importantes avances, especialmente en temas de democracia, haya algunos países que sigan cargando a cuestas lastres como el de tener gobernantes que poco o nada les importa el bienestar del pueblo, y por el contrario, lo que hacen es garantizarles pobreza y sufrimiento. Claro, debe aceptarse que en no pocas ocasiones demagogos y caudillos logran cautivar pueblos llenos de necesidades y éstos ante las promesas, incautos caen en la trampa y terminan eligiendo al menos indicado. Ejemplos de malos gobernantes, tiranos y corruptos, que debieran ser cosa del pasado, desafortunadamente, siguen siendo cuestión del presente, y parece que en el futuro no estaremos exentos de este tipo de personajes.
No siempre son de izquierda o de derecha, aunque por regla general son de uno de estos dos extremos ideológicos, en ocasiones, se visten con el ropaje de demócratas y una vez en el poder, adoptan políticas totalmente nefastas.
Los escenarios geográficos, no sé por qué razón, más propicios para este tipo de especímenes, son los países latinoamericanos. Miren a Maduro en Venezuela, a Morales en Bolivia, en alguna medida a Correa en Ecuador, a Ortega en Nicaragua. Cambian las constituciones al amaño y a la necesidad, cooptan todos los poderes públicos y cuando todos los cambios hechos ya no los favorecen, se aferran al poder a como dé lugar.
El más reciente caso que llama poderosamente la atención es el nicaragüense, el presidente Daniel Ortega aspira a un nuevo mandato, pese a que la Constitución se lo prohíbe, pero con una Corte Suprema comprada, le dieron el visto bueno para aspirar a una nueva reelección, que le dijeron es indefinida. Y no solo eso, su mujer, Rosario Trujillo, que antepuso sus valores para defender a su marido de unas acusaciones contra una de sus hijas y no hija de él, por abusar sexualmente de ella desde que tenía 11 años, y decidió hacerse al lado de éste, era candidata a la vicepresidencia en las elecciones del pasado 6 de noviembre, en las que se daba por descontado la elección de marido y mujer a los más altos cargos del Estado. Los hijos que en común tienen ostentan los restantes cargos de importancia y de estrategia de la nación, todo un negocio de familia y los organismos internacionales como la OEA, impávidos, nada dicen.
Siguen siendo y lo serán caldo de cultivo nuestros países latinos para tener como gobernantes a esta clase de autócratas y en otros países “democráticos” se eligen unos ineptos e incapaces que dejan el país peor de lo que lo encontraron, es el caso de México con Peña Nieto, de Brasil con Dilma Rousseff y de Colombia con el ahora premio Nobel de Paz, a quien lo aplaude incesante la comunidad internacional por ser un presidente que se la jugó toda por la paz y es precisamente en el plano internacional donde Santos se ganó el apoyo al mal llamado proceso de paz, pero en el plano interno son bien distintas las cosas: tiene una popularidad que no la envidia nadie, por lo baja que es; con relación a los acuerdos con la guerrilla, el triunfo del No dejó ver la inconveniencia de los mismos por lo ventajosos que eran para la insurgencia; dijo que podría grabarse en piedra la promesa de que no iba a subir los impuestos, y vamos para la tercera reforma tributaria, la última en trámite en el congreso y con cara de ser perversa para las clases media y baja, entre otras cosas, porque no se entiende que se le haya quitado el impuesto a la riqueza a los que más tienen en este país, que le representaba a la nación 7 billones de pesos, y pretendan recaudarlos mediante el incremento del IVA del 16% al 19%.
Estos son los gobernantes que pululan por estas tierras y a menos que el pueblo se despierte, los habrá por mucho tiempo y causarán mucho daño.