Juan David Palacio Cardona, director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá.

Por: Juan David Palacio Cardona*

Me da malestar ver la comercialización de ropa para gatos y perros, como si fuera razonable vestirlos. Intentar que ellos se comporten como humanos es maltrato.

Las aves no solo vuelan, algunas también cantan y vocalizan porque es su condición natural. Los perros, por su parte, no se miden en sus comportamientos porque son libres por esencia. Y los gatos tienen la cualidad de lamerse y ser independientes. Aun reconociendo que cada especie tiene comportamientos propios, las personas insistimos en humanizarlos.

La etología nos acerca a la conducta animal. Gracias a esta disciplina los podemos comprender mejor y entender que existen unos (los domésticos) que tienen la posibilidad de convivir con nosotros en el mismo espacio. Sin embargo, esto no significa que tengamos la potestad de afectar sus comportamientos.

Personalmente, me da malestar ver la comercialización de ropa para gatos y perros, como si fuera razonable vestirlos y hasta ponerles algo parecido a unos zapatos. Con esto, lo que se logra es mostrarlos como sujetos pintorescos, tiernos o graciosos, ridiculizando su naturaleza y sacrificando su comodidad.

También es ilógico ver cómo transportan perros pequeños (como los chihuahas), muchas veces con las uñas pintadas, dentro de bolsos y maletas, como si estuvieran en una urna de cristal o vitrina, cuando deberían estar en un lugar que les proporcione bienestar y la libertad que todos los seres buscamos siempre.

En este asunto no se puede dejar por fuera la fauna silvestre, que muchas ocasiones es secuestrada por personas carentes de razón y conciencia ambiental. Un ejemplo son los loros, que los enjaulan; les mutilan las alas para impedirles que vuelen y los verdugos los obligan repetir barbaridades, como: “Lorita, ¿quiere cacao?” u otras palabras de alto calibre. Lo que pocos saben es que ellos imitan los sonidos como mecanismo de defensa ante sus depredadores.

Otro caso es cuando los padres acceden a la petición de sus hijos de dejarlos dormir con los pollitos, sentenciando a estos últimos a un destino seguro: la muerte por aplastamiento y asfixia.

Son tan solo algunos ejemplos de acciones que buscan humanizar, pero que son absurdas desde cualquier punto de vista. Cuando a otras especies se les dan características que no son propias, sino que están basadas en las construcciones sociales de las personas, ellos pierden la comprensión de sí mismos como animales, lo que les causa estrés e incomodidad.

Creo que muchas situaciones no se dan por mala voluntad de la gente, pues puede ser el resultado del amor que generan estos seres nobles y leales.

No obstante, hay que tener en cuenta que cuando se les etiqueta como hijo o hermano se les está privando de su animalidad y que, en cambio, sí se está alimentando un negocio que cada año crece más: mientras que en 2015, el mercado del cuidado de animales de compañía (que incluye accesorios, salud, bienestar, suplementos) generó en Colombia 726,2 millones de dólares, en 2020 esta cifra ascendió a 1.188,5 millones de dólares, lo que representó un crecimiento del 63,1%, según Euromonitor.

Así las cosas, es la oportunidad para educar y entender que todo debe ser en su punto y justa medida. Los perros y gatos pueden vivir con nosotros, pero entendiendo que no se les tiene que cepillar los dientes diariamente, limpiarles el recto cada que hacen sus necesidades, celebrarles el cumpleaños o comprarles ropa. Lo que sí nos es permitido es preocuparnos por su salud, cuidarlos de manera responsable y respetar su naturaleza. Finalmente, de eso se trata tener una familia multiespecie.

En el caso de la fauna silvestre, es importante aplicar el viejo dicho de “ver y no tocar se llama respetar”. Basta con dejarla libre en su hábitat y apreciar su belleza y particularidades de lejos. El reino animal es maravilloso y mágicamente perfecto y la combinación de cualidades nos convierte en seres únicos, producto de un creador.

Evitemos que otras especies sean improntadas, es decir, que adquieran comportamientos humanos. En cambio, aprender de sus conductas es protegerlas y actuar responsablemente con la biodiversidad. ¡Tenemos mucho que admirarles!

*Director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá.