Edwin Franco

Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría

Es entendible que cualquier ser humano desee estar física y mentalmente mejor, o por los menos, ante sus mismos ojos, verse bien, y también lo es que en ese loable empeño se acuda a distintos tratamientos médicos, deportivos y relacionados con la alimentación, que en ocasiones se vuelven exigentes y rigurosos, pero para alcanzar el fin propuesto, es humanamente comprensible.

Cada vez más en Colombia cobran auge las cirugías plásticas, y en especial en ciudades como Bogotá, Medellín y Cali, y no es nuevo para nadie que algunas personas mueren o quedan con defectos físicos más grandes de los que se quisieron corregir, y las causas son variadas: desde las complicaciones normales de cualquier tipo de cirugía hasta la falta de idoneidad de las pretendidos cirujanos y de los lugares donde se llevan a cabo estos procedimientos quirúrgicos.

De lo primero no está exento nadie, porque quien haya sido sometido a una cirugía cualquiera, no necesariamente plástica, sabe, porque así se lo dicen el anestesiólogo y el respetivo especialista, que la cirugía puede tener tal o cual riesgo, el cual es minimizado por las medicinas que se toman antes y después del procedimiento; lo segundo si está más al alcance de los pacientes:  la calidad de quién opera y del lugar dónde se opera, lo que no es nada distinto a que se trate de un buen especialista, habilitado por los títulos y la experiencia que ostenta, como por el lugar, una clínica con todas las de la ley, donde se pueda atender desde lo más simple hasta lo más complejo en un procedimiento de esta naturaleza.

Si en algo son eficaces los medios de comunicación es en informar a la opinión pública sobre asuntos relacionados con la salud de las personas y puntualmente lo que tiene que ver con cirugías plásticas cuando hay de por medio personas que pierden la vida o quedan con secuelas físicas o psicológicas, lo que normalmente ocurre cuando intervienen personas no aptas para realizarlas y en lugares que más se parecen a un garaje o una oficina de mala muerte que a una sala de cirugías o un quirófano.   Desafortunadamente hay mucha gente ignorante e incauta que fácilmente sucumbe ante las mentiras de estos mercaderes de la salud y de los sueños de muchos.  Pero es claro que en esta cadena los mayores responsables y criminales son los falsos cirujanos plásticos.

En la edición del domingo 3 de julio de 2016, el periódico El Espectador, trae la historia y las fotografías de 9 valientes mujeres que se dejaron retratar sus partes íntimas (y sus caras) en las que se puede ver el daño físico (no el moral) de que fueron objeto por haberse sometido a una mejora de su cuerpo y lo pusieron a disposición de embusteros que no son cirujanos plásticos y destrozaron sus cuerpos.   No sabe uno qué pensar, al leer sus relatos, cómo uno de estos supuestos especialistas, llegaba al cuarto de una casa y de una maleta sacaba los instrumentos quirúrgicos envueltos en esparadrapo para realizar tan delicada tarea; o el de otro, que prácticamente llegó borracho a un lugar parecido al anterior a realizar igual procedimiento, con las consecuencias narradas y que pueden evidenciarse en las fotografías.  El factor económico desafortunadamente, por lo reducido del costo, llamó la atención a muchas de estas mujeres y de tantas otras anónimas que han sido víctimas de estos cuasi homicidas y homicidas en muchos casos.  Poco tiempo después de las cirugías algunas de las valientes mujeres que contaron sus historias en El Espectador se dieron cuenta que en esos mismos lugares donde las operaron habían muerto otras mujeres.

Que esto se acabe, es posible pero no fácil, los timadores de la salud están a la vuelta de la esquina, literalmente, y los incautos están por doquier. Debe la gente que desea estos procedimientos conseguir más información sobre los supuestos cirujanos plásticos como de los lugares dónde van a ser operados; cada que un hecho de estos ocurra, que ojalá cada vez sean menos, denunciarse por cuanto medio de comunicación y red social exista; publicitar los nombres de estos estafadores y homicidas que juegan con la salud y la vida de las personas y acudir a las correspondientes autoridades para que tomen cartas en el asunto.   En muchos casos es más efectivo el merecido y necesario escándalo mediático, porque arroja las prontas consecuencias deseadas.  Pero también, aunque más demoradas, las de orden legal, cualesquiera que ellas sean, incluída la cárcel, cuando el caso lo amerita.

¡Que no haya más mujeres muertas ni mutiladas por estos farsantes!