Mauricio Zuluaga Ruiz
De acuerdo con información de la Cancillería colombiana, el país cuenta con la siguiente representación diplomática en el exterior: 47 Embajadas, 63 Consulados y 5 Misiones Diplomáticas ante organismos internacionales. En ellas, un millar de ciudadanos colombianos representan los intereses políticos, económicos, sociales y culturales de nuestro país, algunos de estos funcionarios hacen parte de la carrera diplomática del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia y otros hacen parte de la representación política, pero finalmente todos hacen parte del Gobierno Colombiano en el exterior.
Para las Embajadas de mayor importancia (EEUU con Carolina Barco, Reino Unido con Noemí Sanín, España con Carlos Rodado, Francia con Fernando Cepeda, entre otros se cuenta con personalidades de primera línea y de ahí en adelante se van barajando nombres que otrora han representado algún nombre o apellido para el país (Sabas Pretelt de la Vega, Julio Londoño Paredes, Claudia Turbay Quintero, Francisco Noguera, Luis Fernando Jaramillo, Camilo Ospina, Claudia Blum, Luis Guillermo Ángel, Rosso José Serrano, Carlos Holmes Trujillo, Tony Jozame, Francisco Lloreda, Juan Alfredo Pinto, Patricia Cárdenas, etc., etc., etc.), es decir, ex ministros, ex viceministros, ex congresistas, ex directivos, solo ex, ex, ex.
Ha habido casos incluso, en que nuestras representaciones diplomáticas han dejado mucho que desear, recordemos por ejemplo a Carlos Moreno de Caro como Embajador ante Sudáfrica, Salvador Arana como Embajador en Chile, Jorge Noguera como Cónsul en Milán o casos menos sonados como el escándalo acontecido con el ex Cónsul de Colombia en Tabatinga, Marco Antonio Caicedo Avendaño en la frontera con Brasil, o la perla más reciente del cónsul en la ciudad venezolana de Maracaibo, Carlos Galvis Fajardo, quien tuvo que renunciar por sus comentarios sobre las elecciones regionales del país vecino con José Obdulio Gaviria, alto consejero presidencial de Uribe, o lo que se puede esperar de nuestras relaciones con Sudáfrica al nombrar como nuevo Embajador a Edgar Perea.
Las embajadas y consulados colombianos están siendo una oportunidad desaprovechada para el país, sólo se están utilizando para el pago de favores políticos o para mantener buenas relaciones con apellidos tradicionales en el país, pero no se están viendo como alternativas de negocios con el resto del mundo, como nuevos nichos de mercado y como nuevas posibilidades para buscar más y mejores alternativas para los productos y productores de Colombia en el exterior.
Las representaciones diplomáticas en el exterior, pero sobre todo los consulados, deben ser una ventana de negocios, una oportunidad de venta, una representación que verdaderamente sepa los avatares de los negocios internacionales que apoyen la labor del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, que promuevan el nombre del país en el exterior y no sólo sirvan para representar a Colombia en cócteles o reuniones de gala que poco sirven y mucho le cuestan a los bolsillos de todos los colombianos a través de sus impuestos.
Por ello, se recomienda que las embajadas y en mayor medida los consulados funcionen como las notarías en el país, que se auto sostengan y que además un porcentaje de los recursos que generen sean para el erario público. Por ejemplo, los principales Consulados de Colombia en el exterior son Miami, Madrid, Barcelona, Caracas, entre otros, éstos deberían servir como casos piloto para implementar las medidas, donde el Cónsul General venda servicios, genere recursos, auto sostenga el consulado y además genere ganancias. Si esto funciona bien, cada consulado podría tener sus propios ingresos, tendrían que moverse más en el país donde se ubiquen, buscar más negocios, más empresarios e inversionistas interesados en Colombia y aportar más a la economía del país. Allí donde estas representaciones diplomáticas sólo generen costos, se debería tener, sólo por representación política, uno o dos delegados, sin que representen mayor carga para el fisco nacional o para los recursos recaudados y administrados por la Cancillería colombiana.
De esta forma se podrían abrir más consulados, se podrían promover más negocios, y sobre todo, se podría contar con funcionarios colombianos en el exterior que verdaderamente estén aportando al desarrollo del país desde el exterior y no sólo sirvan como una carga presupuestal que ande de cóctel en cóctel sin ningún servicio para el país.