Rodrigo pareja
Con motivo de las últimas liberaciones de secuestrados conseguidas – quiérase o no – gracias a la persistencia y tenacidad de la senadora Piedad Córdoba, desde muchos sectores afectos al gobierno se critica lo que en ellos se considera un show, aplicado sobre todo a los minutos y horas que siguen al feliz reencuentro.
En cualquier parte del mundo resulta casi imposible impedir que los medios de comunicación se apoderen de noticia semejante y la aprovechen al máximo, aunque justo es también reconocerlo, muchas veces con sobredosis de amarillismo y ramplonería.
Lo cierto, sin embargo, es que el fastidio que algunos expresan por estos desarrollos posteriores a las liberaciones – urticaria lo llaman quienes regresan – es injusto e ilógico, y sólo tiene una explicación: el show o espectáculo lo hacen otros y no quienes ellos quisieran.
Deliberadamente esos críticos que se quejan de la algarabía mediática que produce el retorno de uno o varios secuestrados, olvidan que cuando los protagonistas fueron el gobierno y sus distintos organismos – léase, por ejemplo, Operación Jaque – nadie, ni los más acérrimos opositores del gobierno, criticaron el espectáculo.
Con cámaras instaladas en el propio Palacio de Nariño, con intervención ante ellas de cada uno de los rescatados, en medio de oficiales condecorados y de otros subalternos radiantes de felicidad, la puesta en escena resultó no sólo impresionante sino también excesiva. Pero nadie dijo nada.
Situación que se repitió el pasado fin de semana tras la liberación de los tres policías y el soldado profesional – debidas también a la persistencia de la vilipendiada senadora liberal – sin que los detractores de ésta y de los integrantes de Colombianos por la Paz lanzaran en ese momento sus reclamos por la exhibición.
El extremismo alrededor de estas liberaciones ha llegado a tal punto, que algunos imbéciles hasta se han atrevido a afirmar que el emocionado abrazo del ex diputado Sigifredo López con sus dos hijos, en esa escena que le arrancó una lágrima a todo aquel que la vio, fue planificada y libreteada por la guerrilla.
La coherencia que debería acompañar a los colombianos en todas sus actitudes y manifestaciones, está ausente en momentos como éste, los cuales apenas sirven para ratificar la honda y preocupante polarización en que el país ha venido cayendo sin darse cuenta, y sin medir las terribles consecuencias que de ella podrían derivarse.