Eduardo Aristizábal Peláez

Por: Eduardo Aristizábal Peláez

De entrada quiero aceptar que se me fue la mano en el título del artículo de hoy, pero lo hago para llamar la atención, especialmente de los blogueros en particular y me hago responsable o irresponsable de ésta afirmación.

Son muchas las definiciones que se dan del término blog, pero miremos solamente dos, que son suficientes para nuestro propósito.  La Real Academia de la lengua, por ejemplo dice que es un sitio web que incluye, a modo de diario personal de su autor o autores, contenidos de su interés, actualizados con frecuencia y a menudo comentados por los lectores. Otros dicen que  es un sitio web que recopila cronológicamente textos o artículos de uno o varios autores. Habitualmente, en cada artículo, los lectores pueden escribir sus comentarios y el autor darles respuesta, de forma que es posible establecer un diálogo. Y añaden que el uso o temática de cada blog es particular, los hay de tipo personal, periodístico, empresarial o corporativo, tecnológico, educativo, etc.

Podemos concluir que el blog nació con propósitos de establecer una comunicación muy familiar de cualquier persona, independiente de su formación, dirigida a grupos muy cercanos; pero con el progreso vertiginoso de las comunicaciones se convirtió en una comunicación universal a tal punto que se volvieron comunes los blog de periodistas profesionales, con contenidos muy serios y periodísticos.

Quiere decir entonces que bloguero, término que ya se acuñó para quien se dedica a dicha actividad, puede ser cualquier persona y al cual técnicamente lo podemos denominar comunicador, pues como emisor envía un mensaje que llega a uno o varios receptores y éstos pueden integrarse al proceso a través de la retroalimentación o feedback.

No quiere decir de ninguna manera que un bloguero por ostentar la calidad de comunicador automáticamente se convierte en periodista. NO; definitivamente NO. Tenemos que entender   claramente que las palabras comunicador y periodista no son sinónimas, como no son sinónimas abogado y penalista y tampoco son sinónimas médico y cardiólogo. Otra cosa es que el periodista sea comunicador, que el penalista sea abogado y el cardiólogo, médico. Pero no todo comunicador es periodista, o sino que lo diga el relacionista; no todo abogado es penalista, los civilistas también son abogados y no todos los médicos son cardiólogos, también hay oncólogos.

Lo grave del caso y es la idea central de nuestro comentario, es que por aquella maldita herencia de los Honorables magistrados de la Corte Constitucional, los antioqueños Carlos Gaviria Díaz, ponente y Vladimiro Naranjo, Presidente promovieron, impulsaron y lograron que la Corte Constitucional aprobara la Jurisprudencia que le quitó al periodismo la calificación de profesión, convirtiéndola en oficio.

Ahora, muchos  blogueros abusando de su condición de comunicadores, posan de periodistas, se adueñan  de ésta calidad sin tenerla, prestándole un flaco servicio a la sociedad, y engañando a sus lectores,  pues no conocen los principios básicos de la preceptiva del periodismo, no saben del proceso de la comunicación, no distinguen la información de la opinión y escriben pensando más con el corazón,  que con la cabeza.

Los blogs están graduando periodistas, entrega inmediata, no son especialistas en nada o son especialistas en todo. Si la reunión es con periodistas de turismo, el blog de ellos es de turismo, si la rueda de prensa es para quienes cubren temas económicos, el blog de ellos es de economía y que tal,  en las ruedas de prensa de los equipos de futbol profesional, todos los hinchas tiene sus blogs del equipo respectivos y en número superan a los verdaderos periodistas.

Y todavía más grave, muchos de estos blogueros consideran que el estado tiene la obligación de sostenerlos y… como son periodistas, piden, luchan, pelean para que sean incluidos en el presupuesto de publicidad de las entidades del sector oficial. Montan un verdadero negocio.

Ya es hora de que, al menos,  las empresas del Estado controlen éste deprimente espectáculo, establezcan los mínimos parámetros de idoneidad, le pongan seriedad al tema y eviten que estos trapecistas de las comunicaciones usurpen una profesión tan digna, delicada y de gran responsabilidad, como es la de periodista.