Rodrigo Pareja
Ya es en Colombia una verdad irrefutable que desde hace mucho tiempo se socializan las pérdidas y se privatizan las ganancias, lo que en buen romance es decirle al pueblo algo así como “con cara gano yo y con sello pierde usted”. Van algunos ejemplos para ilustrar eso que se está convirtiendo en un axioma:
El gobierno, los gremios, los pontífices de la economía y todos los poderosos para quienes es indiferente tener cien mil pesos de más o de menos en sus bolsillos, afirman que si se suben uno o dos puntos porcentuales al salario mínimo, la economía se desploma y una inflación galopante se apodera de este país. Vale decir que los pobres no pueden tener más pesos en sus escuálidos bolsillos porque se produce una hecatombe.
Sin embargo a nadie aterran los $21 millones de pesos, libres de polvo, paja y otras arandelas, que muy orondos devengan los congresistas. Esta millonada de pesos parece que no entrara al torrente monetario del país, que no causara inflación y pareciera estar esterilizado. Se trataría, podrían decir algunos, de dinero celestial.
Y a propósito de dinero, aquel que proviene de actividades delictivas, vale decir de lavado, narcotráfico y contrabando, es bueno, deseado y apetecible cuando engorda las bimillonarias utilidades del sector financiero, pero por arte de birlibirloque se vuelve “caliente” cuando sale de las arcas de los grandes bancos y se convierte ipso facto en el denominado “estiércol del demonio”.
Claro que no en todos los casos. Eso depende si engorda la billetera de algún político oscuro de provincia, o si abulta la chequera de algunos funcionarios o políticos más poderosos.
Cuando el sistema financiero se quebró en el gobierno de Andrés Pastrana, éste se ideó el famoso dos por mil para salvar a los poderosos banqueros, dándose así la irrefutable verdad de que en Colombia se socializan las pérdidas y se privatizan las ganancias. Tal gravamen ya va por el cuatro por mil y no hay síntoma alguno que permita adivinar su eliminación o desmonte gradual, no obstante ser un gravamen anti técnico, regresivo y abusivo con los cuentahabientes.
Ahora los bancos pregonan ganancias bimillonarias, algo ofensivo y grotesco en una nación con tan altos índices de pobreza y de miseria extrema, sin que los sufridos y explotados usuarios del sistema financiero reciban un ápice de tan escandalosas utilidades. Sistema financiero que, entre otras cosas, recibe plata al 9% y la coloca a más del 30%, y que ostenta – sin rubor alguno – la mayor tasa de intermediación del mundo.
El último y más claro ejemplo de lo afirmado se está dando ahora con el alto precio del dólar, que ya superó los $2.500 pesos en su cotización y promete seguir la escalada alcista.
Los colombianos recuerdan que cuando la divisa norteamericana superó la barrera de los $2.000 pesos hacia abajo y cayó a los $1.800, $1.700 y hasta mas abajo, los exportadores pusieron el grito en el cielo porque se iban a quebrar, cuando en realidad estaban era dejando de acumular sus ganancias. Sin embargo, patalearon, gritaron, amenazaron con despedir personal – y es más, lo hicieron – y el gobierno corrió en su ayuda con generosos subsidios que pagaron el resto de conciudadanos.
Floricultores, confeccionistas, bananeros, ensambladoras de vehículos y cuanto empresario tenía algo para mandar al exterior, ninguno de los cuales debió rebajar el mercado, ni hipotecar sus casas o fincas, ni salir de sus automóviles, se lucraron, muchos de ellos por partida doble, porque aprovecharon la coyuntura para suprimir puestos de trabajo. Y lo dijeron públicamente, como en el caso la ensambladora Sofasa.
Ahora que el dólar superó la barrera de los $2.500 pesos, cuántos de los empleos que acabaron aprovechándose de la situación han vuelto a ser creados ? Esta pregunta no la responden ellos, ni el gobierno, ni el bienaventurado Ministro de la Protección. Y a los que no echaron de sus puestos, les habrán dado alguna bonificación extra, ahora en esta época de vacas gordas ?Lo dicho: en Colombia se le dice siempre al pueblo: con cara gano yo y con ello pierde usted.