Por: Rodrigo Pareja
Aunque todos tienden a desvalorizar y menospreciar las encuestas cuando no favorecen sus pretensiones, la última realizada por la firma Gallup sobre preferencias entre los candidatos a la gobernación de Antioquia, divulgada el miércoles por el noticiero CM&, constituyó un mazazo de proporciones gigantescas para ciertos personajes.
En especial para aquellos y aquellas que presumen haberse constituido en fiel de la balanza, cuando con su peso en realidad apenas alcanzan a soliviar una candidatura pueblerina.
Esa encuesta, además, les hizo poner los pies sobre la sobre la tierra a tantos personajes que desde ahora – a ocho meses de las elecciones – habían decidido por sí y ante sí, con olímpico desconocimiento de los ciudadanos y considerándolos poco menos que una caterva de imbéciles, cómo era que se iban a repartir la burocracia regional.
Una gerencia para mí, otra para ti; una o dos secretarías para mí y otras dos para ti; un contratico por aquí y otro por allá; cuatro puestecitos más en la nómina, dos conductores para vos y dos para mí; cuatro porterías para ustedes y otras tantas para nosotros.
Vergonzosa actitud de quienes en los últimos ocho años han estado succionando la ubre oficial, y que por andar en esas se olvidaron de ser partido con vocación de poder, con programas propios y con agallas para pelear – en el mejor sentido de la palabra – el derecho a gobernar a sus coterráneos.
Ante esa encuesta de Gallup, que los dejó a todos con los calzones abajo como suele decir el vulgo cuando se trata de resaltar una gran sorpresa, ya uno de los partidos que se había abrogado para sí la mitad del poder – léase alcaldía de Medellín – comenzó a recular y dijo que iba a las elecciones de octubre con candidatos propios para los primeros cargos.
El tal pacto que implicaba la burda repartición burocrática – que pretendían hacerla ver como un acuerdo programático – figura tan desprestigiada como las condecoraciones que otorga el Congreso – no se ha hablado seriamente, no se ha firmado y seguramente no se suscribirá.
Algunos de los que quedaron de cama con la muestra de Gallup, pensando más bien con el deseo, se consuelan afirmando que también Álvaro Uribe a comienzos del 2002 ni siquiera marcaba en las encuestas, socorrido argumento que sirve más de paliativo que de instrumento real.
Se olvidan los que así razonan que Uribe tuvo unos insuperables jefes de debate: el despeje del Caguán, las propias Farc y la inseguridad. Se montó en ese trípode y lo demás fue pan comido.
Cuál es el Caguán que podrán explotar los que ahora están en el margen de error ? Y cuáles Farc y cuál inseguridad, para pensar que van a remontar como lo hizo Uribe ? Y además, quien de ellos se parece remotamente al ex presidente ?
Así pues que se pueden ir desprendiendo de ese argumento y apelar más bien a otros más reales y menos alejados de la realidad, realidad que para ellos es en la actualidad, y dolorosamente, constatar que no tienen con quien pelearle a Sergio Fajardo la gobernación, excepto con una figura que no es conservadora sino liberal: Alvaro Vásquez Osorio.
Ah… otra cosa: deben recordar algunas que no es lo mismo conseguir cien mil votos que los ochocientos cincuenta mil que alcanzó Luis Alfredo Ramos para ser gobernador, votos en gran mayoría de opinión, atraídos por su figura y no tanto por la maquinaria.