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Por: Jorge Mejía Martínez

El nieto del ex presidente Carlos Lleras Restrepo resultó un mal aliado. Después de retirarse del Partido Liberal fundó su propio movimiento para materializar su apoyo a Alvaro Uribe en la primera elección de 2002. Su decisión de abandonar la colectividad que le dio todos los honores posibles al clan familiar de los Lleras, no creo que haya obedecido tan solo a su afán de nutrirse de las prebendas a las que tan solo podía acceder si hacía parte del gobierno, como sí ocurrió con la mayoría de la dirigencia liberal que corrió a cubrirse bajo la sombrilla del uribismo previendo una larga marcha en el árido desierto de la ausencia de burocracia. De por medio hubo afinidad ideológica, política y de talante personal. La seguridad democrática entendida solamente como la  mano dura, la intransigencia como la óptica para mirar la solución a los conflictos y la rigidez conceptual para arriesgar en la coyuntura, identificaron a Uribe y a Lleras.

 

Los nuevos partidos oficialistas se abastecieron de los sectores más clientelistas, politiqueros y corruptos del liberalismo. Por algo más del 80% de los congresistas vinculados a la parapolitica, es de afectos al gobierno. Para el liberalismo, esa estampida constituyó una depuración. Todavía inconclusa; no salieron todos los que debían salir. Por ello la obra de la depuración hoy está más vigente que nunca. Si bien la estampida clientelar no alcanzó a acabar con la existencia de la colectividad, es cierto que si no profundiza la renovación de ideas, prácticas y rostros, el pueblo liberal terminará por darle la espalda al partido que pregonó el cambio desde la oposición, pero  terminó por matar el tigre para asustarse con el cuero.

 

German Vargas fundó a Cambio Radical con muchas pretensiones. Pero de cambio tuvo poco y menos de radical. Hoy su fundador y aspirante presidencial marca un 4% en las encuestas, después de haber obtenido una muy respetable votación cuando se presentó al Senado de la república. A través de las encuestas la gente le castiga su incoherencia. Permitió que a su partido llegara a refugiarse más de un político embadurnado de paramilitarismo. La Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía le pegaron una severa trasquilada a Cambio Radical, para reducirlo a su mínima expresión en el escenario político. Tarea que casi culmina con éxito el gobierno nacional de Uribe cuando promovió el transfuguismo desde el Congreso de la República.

 

La respuesta de Vargas Lleras a la arremetida desde el Palacio de Nariño contra Cambio Radical fue  incoherente. Vargas Lleras, el indomable, agachó o escondió la cabeza y se refugió en una correría por todo el país  como ex senador. Cerró los ojos para no ver las dentelladas palaciegas que día tras día horadaban a su Partido. No fue capaz de reclamar de frente, cara a cara, la deslealtad de Uribe hacia él, luego de tantos favores prestados por sus amigos al gobierno desde el Congreso Nacional. A pesar de su ambición desmedida por ser Presidente de Colombia ha sido incapaz de romper el débil cordón umbilical que todavía lo mantiene atado al gobierno. Un gobierno supuestamente amigo que no lo llama al teléfono, ni lo tiene en cuenta para nada. Pero a diferencia de uribito, Andrés felipe Arias, German Vargas hace todo lo necesario por aparecer como más radical que Uribe, pero haciendo pistola con los dedos por detrás.

 

Su talante autoritario quedó plasmado en su postura de vetar cualquier acercamiento de un partido, que no es el suyo como el liberal, con otros partidos. Rafael Pardo recibió un mandato del congreso de la militancia liberal –no de Cambio Radical- para avizorar una política de alianzas y lo está ejerciendo. Mientras para los liberales la urgencia de hoy es convocar a la defensa de la democracia, la constitución del 91 y contra la corrupción, para Vargas Lleras tales objetivos no son lo fundamental, sino alimentar su sectarismo radical. Vargas Lleras está en el lugar equivocado, ni siquiera el amplio centro del espectro político le puede dar cabida.

 

Definitivamente Dr. Pardo, sí es mejor solo que mal acompañado.

 

PD: el mejor deseo de navidad para este país nuestro, es que haya menos intolerancia.