Por: Luis Pérez

Una interesante controversia se desató en la Sociedad Antioqueña de Ingenieros sobre la conferencia “Las Siete Extravagancias de las Tarifas de Energía”. La primera extravagancia se fundamenta en que EPM tuvo las tarifas más baratas de Colombia pero las viene aumentando de una manera tan desmesurada, que en abril de 2009, según la Superservicios, EPM aparece en el puesto 22.

Descender a tan indigno puesto se debe al corrientazo de los aumentos desmedidos. De octubre de 2007 a abril de 2009, en los últimos 18 meses, las tarifas de energía aumentaron para Medellín y el Valle de Aburra en 43.7% cuando la inflación en ese período fue de 10.88%. Más del 400% la inflación. El 43.7% de aumento es comparable a un atraco que se le hace la gente, y es un porcentaje gigante que se cargará de por vida a los hogares. Asimismo, de enero a mayo de 2009, en 5 meses, el aumento de las tarifas fue del 12% cuando la inflación en ese período fue del 2.28%. Más del 500% la inflación fue el aumento.

Resulta una vergüenza que una empresa supuestamente la más eficiente, la joya pública, la que tiene prioridad sobre los recursos naturales de los antioqueños, la que dice tener el mejor servicio, por la que la ciudadanía ha luchado para que no se privatice, ahora resulte que tiene una de las tarifas más caras del país.

En la gerencia contemporánea no puede llamarse eficiente una empresa que no tenga en cuenta los intereses de sus usuarios, que por demás son sus dueños.

En la conferencia, los ejecutivos de EPM trataron de explicar que las tarifas de EPM no son tan caras y que están ubicados en un puesto menor.

Conviene que se sepa la verdad, pues en los últimos años la ciudad se ha ido acostumbrando a que todo se maquille.

La Superintendencia de Servicios Públicos es la máxima entidad de control a las empresas de servicios domiciliarios de energía. A la Superintendencia todas las empresas informan cada mes el valor de las tarifas que ofrecen. Mes a Mes, la Superservicios recibe esos informes y los clasifica por estratos y por valores. Para cada estrato hay una clasificación por precios. En la página www.superservicios.gov.co  se encuentran los informes oficiales de tarifas de energía por empresas en todo el país, mes por mes. Y entre todas las empresas de venta de energía eléctrica, de todo tipo, para estrato 4 que es donde se cobra la tarifa plena, EPM aparece en el puesto 22.

EPM no puede escoger con quien compararse. El puesto 22 de EPM en tarifas de energía es una información oficial. Si existe algún error EPM debe solicitar corrección. Y la Superservicios tomará la decisión.

Los estratos uno y dos no escapan a tan desmesurados aumentos. A pesar de que la ley y el noble propósito del país prohíben aumentar a los estratos 1 y 2 las tarifas de energía por encima de la inflación, EPM acaba de un plumazo ese principio de solidaridad con los más necesitados. Es asi, como entre octubre de 2007 y abril de 2008, al estrato uno, EPM le aumentó el 22.6% cuando la inflación en ese periodo fue del 10.85%. Y al estrato dos le aumentó el 28%, o sea, casi tres veces la inflación.

Medellín es una ciudad con el poder inmenso de ser dueño de EPM. Por encima de inversionistas públicos y privados, EPM es la única empresa de Colombia que hace inversiones gigantes en generación de energía. Si no fuera por EPM el país estaría en racionamiento. Es un poder que debería servir para que EPM tenga autonomía o las tarifas más baratas de Colombia o, al menos,  unas tarifas justas. No tiene sentido ser una empresa pública si no regula el mercado o si es para escurrir a los usuarios subiendo las tarifas en dos o tres veces la inflación cada año.

A los alcaldes también hay que calificarlos por las tarifas de sspp. Las tarifas de EPM van disparadas con el silencio o la complicidad de la alcaldía. Que EPM pase de tener las tarifas más baratas de Colombia, del puesto uno, al puesto 22, es una vergüenza que llena de inaceptable decadencia el liderazgo antioqueño. Y Que se le aumente a los estratos uno y dos casi 300% la inflación es un desatino social.

No vale la pena insistir en EPM pública si es para estimular la voracidad de electrocutar sin compasión a sus usuarios.