Por: Jorge Enrique Vélez G.

No sé, amigos lectores, si ustedes están sintiendo como yo la difícil situación que en materia de seguridad se está viviendo en la mayoría de las ciudades capitales, en especial Medellín y su área Metropolitana, donde la gran mayoría de  muertes causadas  por arma de fuego están relacionadas con el tema de la distribución y consumo de estupefacientes.

 

Con gran tristeza percibo que, quienes se están viendo más afectados por esta guerra son nuestros jóvenes, que caen víctimas de las balas generadas por las actividades alrededor de este turbio negocio. Así mismo,  podemos apreciar como otros muchachos que no forman parte de este tipo de organizaciones al margen de la ley, ahora están en la mira de estos delincuentes como potenciales consumidores para de esta manera garantizar que su negocio sea absolutamente rentable y sostenible. Me llama mucho la atención una frase de García Márquez y que aplica perfectamente a la situación:"Una droga más dañina que las mal llamadas heroicas se introdujo en la cultura nacional: el dinero fácil”.

 

De igual forma, considero que las medidas que están tomando las autoridades para controlar la delincuencia, como el toque de queda para menores en los barrios más críticos y el aumento del pie de fuerza, sólo serán exitosas si las apoyamos con otros programas que contribuyan a rescatar esos jóvenes  atacando el mal en su raíz.

 

Si no actuamos conjuntamente, continuaremos con el flagelo de la inseguridad, pues estos muchachos que ya son consumidores habituales, harán lo que sea para poder satisfacer su adicción y entre sus alternativas estarían las actividades delictivas. Está comprobado, según cifras de la policía, que en Colombia el promedio de edad para un joven que se inicia en el mundo de la delincuencia es cada vez menor.

 

No se trata simplemente de prohibir la droga, ni de controlar su distribución, aunque estas cosas son necesarias, el problema radica en la adicción y de ahí se desencadenan todo tipo de problemáticas sociales, que no lograremos controlar con represión, sino con una política clara en materia de prevención en consumo y rehabilitación.

 

Este proceso requiere de mucho tiempo para lograr resultados positivos, y de no hacerlo así, todas las estrategias para controlar la violencia generada por este fenómeno, seguirán siendo inútiles, pues el problema de fondo seguirá existiendo. De acuerdo con algunos documentos que he estudiado al respecto, los análisis demuestran que la forma actual de tratar la adicción no parece estar dando  buenos resultados.

 

Es por eso que quiero hablarles del tema y voy a darles algunas razones por las cuales considero que vamos por el  camino equivocado: La gran mayoría de los pacientes que entran a un grupo de recuperación salen en igual condición  pues la estadísticas muestran que solo el 5% de los que reciben tratamientos salen completamente curados de su adicción y un 50%  alcanza a mejorar en algún aspecto. Este balance es alarmante si se tiene en cuenta que los pacientes por adicción son cada día más jóvenes y con menos apoyo afectivo de parte de sus familias,  lo que contribuye aún menos al éxito de estos tratamientos.

 

En Colombia existen 481 instituciones dedicadas a actividades de rehabilitación, pero al parecer el personal que  trabaja en estos centros de rehabilitación no es completamente idóneo para llevar a cabo su labor. El 78% de los directores de estas instituciones están de acuerdo con que es necesario mejorar el recurso humano para tener mejores resultados. Significa, que para un problema tan grave como el que tenemos de salud pública, no estamos preparados.

 

Por otra parte, vemos que en los presupuestos de nuestras ciudades no se dedica lo necesario para luchar ni preventiva ni correctivamente contra este flagelo que es la base de la inseguridad urbana actual y tiene que ser nuestro deber como ciudadanos buscar erradicar este germen que acabó con la tranquilidad de nuestras ciudades y que está consumiendo la vida de nuestros jóvenes, a pasos agigantados.

 

Es por eso que debemos exigir a las autoridades de nuestras ciudades que establezcan una política de fondo para evitar que nuestros jóvenes sean sujetos activos del tráfico y consumos de sustancias psicoactivas. Dentro de esas políticas se debe replantear cual es el mejor tratamiento para recuperar a estos muchachos, porque pareciera  que las actuales metodologías no son las más óptimas y en Colombia se requiere actualizar y profesionalizar  los tratamientos como aconseja el último informe sobre salud mental.

 

Es claro, que para tener unas ciudades seguras debemos buscar una juventud sin consumo de drogas, con programas estructurados de prevención y rehabilitación que nos permitan pensar en unos mejores y más tranquilos días.