Por: Margarita María Restrepo
Resulta preocupante el proyecto de ley que hace dos años se presentó en el Senado, por medio del cual se pretende “regular el ejercicio de la prostitución en Colombia”. Dicho proyecto no es otra cosa que un lobo con piel de oveja.
A primera vista, nadie podría oponerse a que el Estado garantice unos mínimos en materia de seguridad social y asistencia a las mujeres y hombres que se ven obligados a ejercer la prostitución para efectos de garantizar su subsistencia. Pero resulta que de ser aprobada la iniciativa, estamos abriendo la puerta para que Colombia siga consolidándose en un paraíso para la esclavitud sexual, el proxenetismo y el tráfico de mujeres con fines sexuales.
Mirémoslo con detenimiento: una vez el proyecto sea aprobado y sancionado por el Gobierno Nacional, quienes se dedican a la explotación sexual de terceros podrán montar casas de lenocinio con toda libertad y sin mayores controles. Aquello facilitaría aún más la esclavitud sexual. Así mismo, convierte un oficio que hiere a quien se ve forzado a ejercerlo en una profesión, lo cual contradice estudios realizados sobre la materia.
Mientras el mundo entero cierra filas en la lucha internacional contra el proxenetismo, el tráfico de humanos y la esclavitud sexual, Colombia toma la contravía y se apresta a aprobar una norma que solo genera satisfacción en quienes se lucran con la “industria” del sexo.
Hace más de 20 años los países escandinavos, conscientes del riesgo que implicaba el tráfico de mujeres, implementaron una normativa bastante audaz que ha dado muy buenos resultados en materia de protección de las mujeres y hombres víctimas de este flagelo. Lo primero que hicieron fue endurecer el castigo contra los traficantes de seres humanos. Paralelamente penalizaron la demanda de sexo a cambio de dinero, mientras que calificaron a quien se prostituye como una víctima. La jurisprudencia que se ha desarrollado en esas naciones tiende a concluir que pagar por sexo es una suerte de violación, pues quien entrega su cuerpo no lo está haciendo de manera libre sino por la fuerza de sus circunstancias y a cambio de dinero que muchas veces termina en manos de un proxeneta.
Esta iniciativa ha permitido combatir de manera efectiva las redes de trata de personas que operan en Europa del Este, a la vez que ha facilitado la implementación de políticas sociales eficaces para abrir el abanico de posibilidades laborales e inclusión de quienes se han visto forzados a recurrir a la prostitución como modo de vida.
Valdría la pena que Colombia, estudiara experiencias como la escandinava antes de dar un paso en el sentido equivocado.
Desde hace mucho tiempo se ha mencionado a nuestro país como uno de los principales destinos en el mundo para el turismo sexual. Aquello debe ser detenido cuanto antes y la manera de hacerlo no es, precisamente, aprobando leyes como la propuesta en el Senado de la República.