Por: Omar Flórez Vélez

Son innegables los resultados positivos que se han obtenido con la política de Seguridad Democrática. Sin embargo, si no se avanza en el buen comportamiento individual, es imposible alcanzar la convivencia necesaria para que la Seguridad Democrática alcance los niveles de tranquilidad urbana que actualmente estamos demandando los colombianos. Sin duda alguna, uno de los grandes problemas de la humanidad, es la incapacidad de los hombres para llevarse bien con los otros.

 

Un ejemplo de ello es la convivencia en las unidades residenciales. El ruido, las mascotas, el aseo, los niños sin control y la intolerancia, son los problemas más comunes que se viven en estas ciudadelas, muchas de las cuales, tienen más habitantes que algunos municipios de Colombia.

Por eso considero de suma importancia que los administradores de los conjuntos residenciales deben ser personas con un alto perfil, que estén en la capacidad no sólo de gerenciar los recursos, sino de evitar, intermediar y resolver conflictos.

Un municipio, por pequeño que sea, tiene alcalde, personero, inspección de policía, veedurías… Autoridades y organizaciones que están prestas a resolver problemas. Sin embargo, en las unidades residenciales dejamos la responsabilidad sólo en cabeza de un administrador, quien en la mayoría de los casos no cuenta con el apoyo de los copropietarios. Muchas veces olvidamos que el administrador es el representante legal de la copropiedad, quien ejerce funciones y atribuciones de gerente, tesorero y mandatario.

Desde el Congreso de la República trabajaré para que en la reforma de la Ley 675 de 2001 o de Propiedad Horizontal, quede contemplada la profesionalización de los administradores de las unidades residenciales y de los centros comerciales. No podemos olvidar que el Estado, además de combatir el delito, debe generar una  tranquila coexistencia y la mutua cooperación entre los ciudadanos. Debemos buscar convenios con las instituciones de educación superior para abrir una cátedra sobre convivencia, resolución de conflictos y  motivación a participar en los procesos democráticos que se desarrollan en las propiedades horizontales.

Pero la armonía no es sólo responsabilidad de un administrador. Es necesario educar a todos los copropietarios y habitantes de la ciudadela, porque siempre existirán personas que infrinjan las normas.

No podemos permitir que los conflictos, las divisiones, la violencia, las incomprensiones, la intolerancia, hagan de nuestra vida una experiencia ingrata.

Pero no sólo los reglamentos y las sanciones jurídicas forman una buena vecindad. Lo más importante es respetar los derechos de los  demás.