Por: Rodrigo Pareja
En desarrollo de la pasada campaña electoral se produjeron tal cantidad de situaciones, que cualquiera por si sola daría para una columna, pero como el espacio y el tiempo no favorecen tal eventualidad, habrá que referirse apenas en forma somera a algunas de ellas.
Sin duda hay que comenzar por la agresiva campaña paralela que pese a la inservible Ley de Garantías, adelantó el gobernador derrotado, Sergio Fajardo, en un desesperado intento por atajar el triunfo de su acérrimo enemigo político, Luis Pérez Gutiérrez.
Sin que los organismos de control se dieran por enterados, encabezados por aquel que dirige el sesgado político en campaña, Alejandro Ordoñez, Fajardo no se cansó de inaugurar parques educativos y otras obras, en medio de subliminales cuando no directos ataques a quien lo va a suceder en el piso 12 de La Alpujarra a partir del 1° de enero.
Todo ello en medio de la abusiva utilización del canal oficial de televisión Teleantioquia, que no cesó en la transmisión de pasar programas “especiales” e infinidad de mensajes, cortos y largos, en donde se vituperó hasta el cansancio a Luis Pérez Gutiérrez.
“Quien paga para llegar viene a robar”, decía uno de esos mensajes, que seguramente Fajardo fue incapaz de repetir o sostener el pasado miércoles en la primera reunión cara a cara que en plan de empalme tuvo con su vencedor.
La única conclusión de todo este frustrado montaje, es que la sintonía e influencia del canal regional es poco menos que nula, y que con razón mantiene en su parrilla de programación espacios tan insufribles como el tal Domicilios Antioquia. Menos mal que llegarán nuevos vientos.
Otro aspecto para comentar se relaciona con la abrupta caída de los que se creían dioses invencibles, Alvaro Uribe y Sergio Fajardo, cada uno de ellos tratando de hacer creer ahora que las votaciones obtenidas fueron magníficas pese a haber sacrificado en ellas a dos figuras promisorias.
Después del primero todos son perdedores, máxime cuando la arrogancia y la suficiencia les hacía creer a los derrotados de hoy que la palabra fracaso no existía para ellos, pese a las voces de sirena que todavía algunos amanuenses les susurran a sus oídos.
Uno por pensar en el 2018 se olvidó del 2016 y el otro trató de justificar su derrota por una supuesta demora en la toma de decisiones y en la presencia de “inversionistas” en busca de contratos, como si ninguno de los dos hubiera hecho alguna contratación en sus gestiones de alcalde, presidente y gobernador. Contratistas buenos si están conmigo y perversos si los contrata otro funcionario, según la maniquea tesis y doctrina que suelen aplicar.
Otro hecho notorio tuvo que ver con la supuesta amenaza de muerte a un periodista, algo que al final quedó convertido en un “falso positivo”, pero que se puso en evidencia dentro de todo el tinglado que algunos armaron para desprestigiar a Luis Pérez Gutiérrez.
Con razón éste, sin mencionar nombres, dijo en su primera rueda de prensa que ahora se daban dádivas a los periodistas, no para alabar a alguien sino para destruirlo, en una coyuntura que no vaciló en calificar como “pacto diabólico”.
Llegó a tanto el afán de denigrar como fuera al nuevo Gobernador, que una columnista lo criticó por haber comprado “una vajilla de oro” en cien millones de pesos, cuando debió haber hecho lo contrario: felicitarlo por tan buen negocio porque a ese precio no se consigue semejante ganga.
La porcelana de la vajilla comprada en EPM, en un increíble acto de magia, la convirtió esta periodista en el amarillo metal, ayudada quizá por su visceral odio a Pérez, el mismo que destilan algunos periodistas y comentaristas bogotanos que todavía no le han dicho a sus lectores o televidentes, cual o cuales son los delitos cometidos por el nuevo mandatario antioqueño.