Por: Rodrigo Pareja

El alcalde de Bogotá, Samuel Moreno, dijo que Bogotá no había logrado la sede de los juegos panamericanos del 2015 en Gudalajara, porque los canadienses regalaron teléfonos tipo blackberry a los delegados que participaron en la votación.

El pueblo que casi nunca se equivoca –excepto en asuntos de elecciones – suele decir que el ladrón juzga por su condición.

Si se aplica el dicho en estricto sentido al alcalde Samuel Moreno, fracasado como tantos más en su intento de lograr esa sede, podría concluirse que así es como funcionan  las cosas en el sector oficial de la capital de la república.

Vale decir, de acuerdo con la lógica del alcalde Moreno, a base de prebendas, regalos y ofrecimientos, pues no otra cosa se deduce de su precipitada y grosera excusa para haber perdido la sede: fue que los canadienses repartieron blackberrys a los delegados.

La primera y condenable lectura a esa excusa baladí que se inventó el nieto del ex dictador, es que según él, los delegados que votaron por Toronto son unos pobres pelagatos que al igual que los indios otrora conquistados por los españoles a base de espejitos, se dejaron deslumbrar esta vez por los llamativos celulares.

Ni que fueran ellos como la mayoría de colombianos que ganan el miserable salario mínimo, caso en el cual tal vez sí estaría justificado el haber vendido su voto por un blackberry.

El vergonzoso papelón hecho por Colombia que conquistó apenas seis votos para su aspiración, derrotada inclusive por la ciudad de Lima, algo que no estaba en los cálculos de nadie,  tiene muchas más razones de fondo que el simple obsequio de un celular, algo que en ese status y a ese nivel, es como recibir en nuestro país un escudito de hojalata para lucir en la solapa.

Dirán algunos – ya sabemos quienes –que de pronto es hilar muy delgadito afirmar que ese lamentable resultado para Colombia es el reflejo de la soledad y el aislamiento en que este país ha venido quedando en el concierto continental, a raíz de la desafortunada política exterior ejercida en los últimos años.

Pero como en estos escenarios se trata de hacer lobby, lagartería o relaciones públicas, se imaginan las que ejercieron países como Bolivia, Argentina, Venezuela y Nicaragua en desmedro de la aspiración colombiana ?

La imagen del país en el exterior no es la misma inflada y mentirosa que aquí pintan los comunicadores y panegiristas de oficio, y está más ceñida a la realidad de lo que reflejan o quieren reflejar quienes ganan dispensas y favores merced a las encuestas.

Quiérase o no, así el fin haya justificado los medios según el gobierno, el bombardeo a Ecuador es un  lastre; los falsos positivos son otra carga; el asesinato de sindicalistas igual; las “chuzadas” a magistrados, periodistas y dirigentes de la oposición también; el desafiante regalo de miles de millones de pesos a latifundistas y banqueros poderosos en un país con 20 millones de pobres; y ni que decir de los últimos ataques a la Corte Suprema de Justicia y el afán reeleccionista que hacen ver a Colombia igualita a aquellas otras naciones que aquí los incondicionales suelen condenar alegremente.

En un plano más folclórico, algunos le achacan la culpa al vicepresidente Francisco Santos, dueño de una mufa (*) que parece no tener contra. Pidió la sede de un mundial de fútbol y nada; aspiró también a ser sede de un concurso de miss universo, y nada, como tampoco pudo sacar adelante su iniciativa de la castración química para los violadores.

 (*) En lunfardo, mufa equivale a mala suerte. Y los argentinos sí que creen en ella.