¡PLOP, CANNABIS!

Por: Francisco Galvis Ramos

Vengo descreyendo de las cifras que dan las autoridades en materia de homicidios desde cuando supe, por boca de una fuente civil de alta fidelidad, que en la alcaldía de Sergio Fajardo Valderrama este mandaba a envolverlas en huevo, lo que en buen romance quiere decir que las hacia “peluquear” con destino al público y a ello se prestaban los mandos policiales de la época, porque también les convenía mostrar “resultados”. Pero bueno, en gracia de discusión admitamos que se trataba de mentiras piadosas, no obstante de todas maneras mentiras.

Se nos ha querido vender la idea de que la seguridad y el orden público urbanos están referidos únicamente al tema de los homicidios y, aunque son la punta del iceberg, a mi modo de ver no hay tal, porque en muchos casos a los homicidios vienen asociadas otras conductas delictivas, como por decir el fleteo, el atraco callejero, las “vacunas”, las riñas, los asaltos, los “paseos millonarios”, el tráfico de estupefacientes, etcétera y, por cierto, que la ocurrencia de estos fenómenos desdice de la tarea preventiva asignada a las autoridades de policía. Como dicen coloquialmente las señoras, en las calles muchas veces no se ve un policía ni para remedio.

He querido tratar hoy este tema a raíz de la muerte violenta del juez de Envigado Jorge Alberto Restrepo, ante todo un señor a carta cabal, porque en torno al episodio vale la pena cavilar, para reclamar estrategias y acciones enderezadas a garantizarle a los habitantes su vida y sus bienes, ya que de la honra se encarga cada quien con sus comportamientos buenos o malos.

 

En ese orden de ideas hay que resaltar como positiva la propuesta política municipal de seguridad y convivencia que ha anunciado la alcaldía de Medellín que, para que sea exitosa, requiere del compromiso de los agentes del orden. De lo contrario aquella será letra muerta destinada a crear más desconfianza en los ciudadanos acerca de la capacidad de las autoridades para enfrentar el delicado y sensible tema de la seguridad y el orden público.

Véase, por ejemplo, que idea tan buena como la de los cuadrantes no da resultados, quizás por la falta de entusiasmo de los agentes a cargo de ellos y a la ausencia de supervisión efectiva, dando como resultado frustraciones para los mandos y la comunidad en general. En mi vecindad laboral nos ha tocado a los vecinos espantar por cuenta propia a toda suerte de maleantes, entre los que se cuentan las “ratas” amigas de lo ajeno. Nunca ha habido un policía a la vista, no obstante que el lugar es céntrico y concurrido. Entonces, peor deberá ser la suerte en la periferia.

No se trata de echarles vainas a las autoridades, sino de invocar su responsabilidad para detener el deterioro de las condiciones para la vida social y, obvio, si se sienten de mala manera aludidas, pues que se chanten el guante, porque qué más puede hacer uno que reclamar por sus claros derechos.

Los hechos son tozudos. De ahí que sea mejor que no envolvamos las cifras en huevo.

Tiro al aire: su alteza el señor presidente ha iniciado la vuelta a Colombia en helicóptero y, estemos seguros, que en tierra pinchará muchas veces.