Por: Jorge Mejía Martínez

Mientras los sectores no furibistas están tocando campanas, expectantes y felices, por la aparición en la contienda presidencial de la formula Mockus-Fajardo con posibilidades de disputar el triunfo al candidato oficial Juan Manuel Santos, el Polo Democrático se dedica a torpedear el ascenso de los verdes. El blanco de sus críticas se desplazó de Santos hacia Mockus. Consideran los dirigentes amarillos que ambos son lo mismo. Una torpeza. Definitivamente, nuestra izquierda es incapaz de leer una coyuntura como la actual sin el prisma deformador del sectarismo y el dogmatismo. O todo es blanco o todo es negro, no hay lugar para los tonos grises. O la izquierda o la derecha, no hay espacio para el centro. Incapaz de sumar, la izquierda termina peleando contra todo mundo al mismo tiempo. Sola en su madriguera.

Por convicción acompañamos a Rafael Pardo. Nos convence su compromiso de priorizar la lucha contra la pobreza, la miseria y la corrupción. Una Colombia más justa es la bandera enarbolada por el Partido Liberal. Pardo acaba de suscribir los acuerdos sociales del liberalismo con representantes de las organizaciones sociales en temas como el empleo, el agro, la educación y la salud, la diversidad sexual y, particularmente, con las organizaciones de víctimas del conflicto armado colombiano. Dichos acuerdos, llamados LOS CONTRATOS SOCIALES DEL LIBERALISMO, fueron orientados para que en las elecciones regionales y locales de 2011 se constituyan en mandatos programáticos de los candidatos a las alcaldías y gobernaciones a nombre del Partido Liberal. La designación del ex gobernador Aníbal Gaviria –reconocido nacionalmente por su gestión social- como su formula vicepresidencial, es la demostración de que su voluntad es seria e inequívoca.

La campaña liberal esta en dificultades por la presión mediática de las encuestas. Los doce años de ostracismo del poder le están pasando una cuenta de cobro al candidato liberal imposible de pagar. El peso del elefante del proceso 8.000 se vuelve insoportable. Pardo no ha querido recurrir a la amenaza de la disciplina partidista para conservar agrupadas las huestes liberales, por lo menos hasta que pase la primera vuelta presidencial. Pero lo va a tener que hacer, porque el bombardeo interno y externo es intenso. Muchos miembros de la bancada parlamentaria y dirigentes que ayer usufructuaron honores a nombre del Partido Liberal, esperan agazapados el momento para salir en estampida hacia la campaña de Santos, supuestamente ganadora. Asisten a las reuniones con el candidato liberal pero sus nombres ya figuran como alfiles en la campaña del Partido de la U. Algunos de ellos se caracterizaron por haber sido los más fervientes críticos del uribismo desde el Senado o la Cámara; la desvergüenza no tiene cara.

Las tendencias son claras: Santos recoge la derecha usufructuadora del poder en los últimos 8 años y Mockus acapara las esperanzas del centro. La polarización no es entre derecha e izquierda como sueñan los del Polo; es entre talantes de lo público y lo político. La avalancha despertada por el candidato verde se explica por el cansancio de la sociedad con el estilo polarizante, complaciente con la politiquería y el clientelismo, agenciado desde el Palacio de Nariño. El recurso de la seguridad contra el terrorismo, como señuelo, ya no es suficiente en los grandes centros urbanos donde el desempleo, la corrupción y la falta de oportunidades, constituyen el pan de cada día. La gente quiere respuestas a sus problemas, pero desde la decencia y la legalidad. Entró en crisis la creencia generalizada de que el fin justifica los medios.

El Polo Democrático no ha entendido que lo que está en juego es la posibilidad de recuperar la Institucionalidad democrática, hoy carcomida por el populismo de mano dura. Algunos liberales tampoco. Rafael Pardo deberá entender que “lo que este flojo que se caiga”. No haber atendido a tiempo lo planteado por Aníbal Gaviria, respecto a asumir con coherencia aspiraciones inconvenientes como la de la senadora de Cordoba – no era la única, como se acaba de demostrar con el congresista electo del Atlántico-, está implicando un oneroso costo electoral. La otra prueba de fuego será después de la primera vuelta.

 

Ni izquierda ni derecha, talante ético

Jorge Mejia Martinez

jorgemejiama@gmail.com

Mientras los sectores no furibistas están tocando campanas, expectantes y felices, por la aparición en la contienda presidencial de la formula Mockus-Fajardo con posibilidades de disputar el triunfo al candidato oficial Juan Manuel Santos, el Polo Democrático se dedica a torpedear el ascenso de los verdes. El blanco de sus críticas se desplazó de Santos hacia Mockus. Consideran los dirigentes amarillos que ambos son lo mismo. Una torpeza. Definitivamente, nuestra izquierda es incapaz de leer una coyuntura como la actual sin el prisma deformador del sectarismo y el dogmatismo. O todo es blanco o todo es negro, no hay lugar para los tonos grises. O la izquierda o la derecha, no hay espacio para el centro. Incapaz de sumar, la izquierda termina peleando contra todo mundo al mismo tiempo. Sola en su madriguera.

Por convicción acompañamos a Rafael Pardo. Nos convence su compromiso de priorizar la lucha contra la pobreza, la miseria y la corrupción. Una Colombia más justa es la bandera enarbolada por el Partido Liberal. Pardo acaba de suscribir los acuerdos sociales del liberalismo con representantes de las organizaciones sociales en temas como el empleo, el agro, la educación y la salud, la diversidad sexual y, particularmente, con las organizaciones de víctimas del conflicto armado colombiano. Dichos acuerdos, llamados LOS CONTRATOS SOCIALES DEL LIBERALISMO, fueron orientados para que en las elecciones regionales y locales de 2011 se constituyan en mandatos programáticos de los candidatos a las alcaldías y gobernaciones a nombre del Partido Liberal. La designación del ex gobernador Aníbal Gaviria –reconocido nacionalmente por su gestión social- como su formula vicepresidencial, es la demostración de que su voluntad es seria e inequívoca.

La campaña liberal esta en dificultades por la presión mediática de las encuestas. Los doce años de ostracismo del poder le están pasando una cuenta de cobro al candidato liberal imposible de pagar. El peso del elefante del proceso 8.000 se vuelve insoportable. Pardo no ha querido recurrir a la amenaza de la disciplina partidista para conservar agrupadas las huestes liberales, por lo menos hasta que pase la primera vuelta presidencial. Pero lo va a tener que hacer, porque el bombardeo interno y externo es intenso. Muchos miembros de la bancada parlamentaria y dirigentes que ayer usufructuaron honores a nombre del Partido Liberal, esperan agazapados el momento para salir en estampida hacia la campaña de Santos, supuestamente ganadora. Asisten a las reuniones con el candidato liberal pero sus nombres ya figuran como alfiles en la campaña del Partido de la U. Algunos de ellos se caracterizaron por haber sido los más fervientes críticos del uribismo desde el Senado o la Cámara; la desvergüenza no tiene cara.

Las tendencias son claras: Santos recoge la derecha usufructuadora del poder en los últimos 8 años y Mockus acapara las esperanzas del centro. La polarización no es entre derecha e izquierda como sueñan los del Polo; es entre talantes de lo público y lo político. La avalancha despertada por el candidato verde se explica por el cansancio de la sociedad con el estilo polarizante, complaciente con la politiquería y el clientelismo, agenciado desde el Palacio de Nariño. El recurso de la seguridad contra el terrorismo, como señuelo, ya no es suficiente en los grandes centros urbanos donde el desempleo, la corrupción y la falta de oportunidades, constituyen el pan de cada día. La gente quiere respuestas a sus problemas, pero desde la decencia y la legalidad. Entró en crisis la creencia generalizada de que el fin justifica los medios.

El Polo Democrático no ha entendido que lo que está en juego es la posibilidad de recuperar la Institucionalidad democrática, hoy carcomida por el populismo de mano dura. Algunos liberales tampoco. Rafael Pardo deberá entender que “lo que este flojo que se caiga”. No haber atendido a tiempo lo planteado por Aníbal Gaviria, respecto a asumir con coherencia aspiraciones inconvenientes como la de la senadora de Cordoba – no era la única, como se acaba de demostrar con el congresista electo del Atlántico-, está implicando un oneroso costo electoral. La otra prueba de fuego será después de la primera vuelta.