Alfaro Martín García
La región del Bajo Cauca forma parte del hermoso paisaje antioqueño, allí no es fácil encontrar al típico paisa de ruana, carriel y sombrero, tampoco es usual hallar al costeño representativo de las zonas costeras del país; se encuentra entonces, una mezcla entre esa verraquera y empuje paisa con ese ser gaupachoso, alegre y descomplicado de las zonas cálidas del país; es decir, se encuentra un habitante sabanero. Esta región, de gente honesta y trabajadora, no es ajena a la historia violenta que ha vivido el país por más de cincuenta años; en la década de los setenta y hasta finales de los ochenta, estos pueblos fueron duramente golpeados por el accionar guerrillero, quienes a partir del uso de la fuerza reemplazan al Estado e imponen sus propias normas.
En los noventa, se cierra una página de la historia y se abre otra. Fue entonces cuando llegaron las “autodefensas” a la región imponiendo su ley sin importar las consecuencias. Unas tierras ganaderas y auríferas de profesión, se volvieron atractivas para el enriquecimiento de unos pocos; proliferaron entonces el narcotráfico, el hurto de combustibles, las extorsiones a comerciantes, las expropiaciones de fincas, entre otros actos ilícitos. Llegó de nuevo la violencia, esta vez disfrazada de ideas de extrema derecha para acabar con las ideas de izquierda, pero siempre la población civil poniendo los muertos.
Según las autoridades, existe hoy un reacomodo de fuerzas llamadas “bandas emergentes”, quienes se disputan un poder dejado por los desmovilizados. Indudablemente, en estos pueblos, el miedo y la zozobra están haciendo mella acabando con la tranquilidad del día a día.
Recientes informes de las Naciones Unidas, indicaron que los cultivos de coca aumentaron en el país en un 27%, lo que equivale a decir que el negocio sigue siendo rentable, a lo que no es ajena esta región del departamento.
Frente a los recientes hechos violentos, el comandante de la policía, General Oscar Naranjo, de manera ligera ha denunciado sin nombres a tres alcaldes que, según el alto oficial están siendo cómplices de actos ilícitos. Se hace muy fácil hablar y condenar cuando se anda en carros blindados y con escoltas las 24 horas del día sin correr ningún riesgo. Igualmente, desde la administración departamental, se opina y se sugiere frente al tema, cuando en verdad son los alcaldes de estos municipios como ciudadanos de a pie, arriesgando sus propias vidas, a quienes les toca afrontar la situación de caos o desorden provocado por quienes quieren imponer su ley.
Hace seis años, se vienen proclamando las bondades de la Seguridad Democrática como un instrumento viable para conseguir la tranquilidad y la paz. Hoy se dice que es necesario reelegir al presidente, o en su defecto, a quien encarne los postulados de esta doctrina de seguridad nacional. Pero… ¿no es hora de tener resultados y mostrar regiones apaciguadas y tranquilas? ¿Será que la Seguridad Democrática no ha llegado al Bajo Cauca?
Desde la administración departamental, concretamente desde las Secretarías de Minas, Productividad y Agricultura se debe impulsar la vocación económica de la región desarrollando proyectos que permitan generar empleos dignos, con el fin de alejar a los jóvenes de los placeres del dinero fácil proveniente de los cultivos ilícitos. No se debe pensar sólo en vigilar y castigar sino en proponer y promover.