Por: Rodrigo Pareja

Bajo los regímenes hegemónicos del conservatismo y la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, el periodismo colombiano supo de primera mano y sufrió en carne propia la ausencia de libertad de prensa.

 

La oprobiosa censura se vivió y padeció con todo rigor, tanto en la prensa escrita como en la hablada, y todos los textos que fuera a imprimirse o leerse deberían tener el visto bueno de los esbirros del régimen, algunos de los cuales posan hoy de ciudadanos impolutos.

A mí personalmente me tocó algunas veces, en las últimas horas de cualquier tarde cuando regresaba de estudiar en la Bolivariana e iba a visitar a mi padre locutor-periodista que trabajaba en Radio Nutibara, oficiar de mensajero y llevar, desde el sexto piso del edificio Cárdenas donde estaba la emisora, en la plazuela Nutibara, hasta la vecina gobernación de Antioquia, las cuartillas con las noticias que iban a ser transmitidas horas después.

En muchas ocasiones en lugar del anhelado chulo aprobatorio en la margen de la cuartilla, ésta era devuelta con una gigantesca equis trazada en diagonal de izquierda a derecha, cuando no era que el acucioso censor de turno la rasgara y tirara al cesto de la basura.

Retomando lo de la libertad de prensa en Colombia, en el sentido literal del término, ella existe. No ocurre aquí como en otros países donde se clausuran emisoras, canales de televisión o periódicos o se les asfixia económicamente. Pero, oh ironía, son los dueños de los medios los que se auto coartan esa libertad, en su afán de aparecer dóciles y alineados con el respectivo gobierno, no sea que de repente pierdan simpatías, favores o, lo que resultaría peor, pauta.

Por eso puede decirse lisa y llanamente, que en Colombia hay libertad de prensa pero no libertad de información, y no tanto por culpa del gobierno como de los empresarios, más inclinados a mantener privilegios y ganancias que a caer en transitoria desgracia o enemistad con los altos funcionarios de turno, lo que finalmente se traduce en una descarada y vergonzosa manipulación del oyente, el lector o el televidente.

El último caso para reseñar de esta condenable posición periodística — si es que se le puede llamar posición – lo protagonizó el periodista Efrain Arce, del canal RCN al medio día de este jueves, al reseñar una multitudinaria concentración de personas en la plaza de Bolívar, producto de la masiva protesta contra la emergencia social, vale decir contra el gobierno.

Incapaz de desmentir el éxito clamoroso de esa protesta porque su propio camarógrafo se estaba encargando de hacerla conocer mediante tomas y paneos al instante, a este reportero no le quedó más remedio que decir que como había mucho turista en la plaza de Bolívar en ese momento, no era posible establecer a cabalidad la magnitud de la protesta.

Turistas por miles en la plaza de Bolívar este jueves 18 de febrero ? Tal vez vendrían a buscar asistencia en salud desde distintos lugares del mundo. Dentro de ese periodismo reptante que algunos ejercen, este reportero aprendió bien la tarea de sus maestras Dávila y Gurisati.

Ah… Y que viva la libertad de prensa en Colombia.