Por: John Fernando Restrepo
Algo bueno está pasando en la política: los jóvenes se han arriesgado a arrebatársela. No es una decisión fácil. Pues de joven hay otros intereses que, con justa razón, les roba toda la energía. He revisado los nombres y las propuestas de los aspirantes a los cargos públicos de esta jornada electoral del 25 de octubre. Y para mi sorpresa el número de jóvenes es enorme. Y me complace sobremanera.
Estoy convencido de que la democracia debe ser invadida de buena democracia. Y la presencia de los jóvenes es una buena señal. Están sonrientes, sin poses ni patrañas. Están limpios de trampas y de marrullas. Creen que deben cambiar el mundo. Creen en las ideas. Creen en la cultura, en los libros, en el espacio público, en el teatro, en montar en bicicleta, en la educación, en el agua potable, en las vías pavimentadas, en el mérito, en la diferencia, en la palabra, en el arte, en la música, en el bilingüismo. Creen que debe promoverse el derecho a creer. Creen en la transformación de las prácticas políticas. Creen que representan el cambio. Y apuestan para que el cambio sea ahora.
Creen, con esa esperanza que les es propia a quien es joven, que para una campaña política es más importante la voluntad que el dinero. Van por las avenidas, por los parques, por los puentes y por las autopistas pregonando sus propuestas. Al sol y al agua. En las madrugadas y tarde hasta que pase el eclipse. Tienen el aliento de Ajax y la templanza de Aquiles. Se baten con el que sea. Son irreverentes, fafaracheros, alegres, ingenuos, transparentes, soñadores. Hacen política y a la vez disfrutan lo que hacen. Hablan bien y sus apuestas son tanto creativas como necesarias. No tienen otro límite más allá de sus sueños.
Muchos de estos jóvenes son profesionales y eso es un valor agregado. La política requiere gente preparada. Nuestros dirigentes deben saber leer y escribir. Deben saber formular proyectos y defenderlos. Deben ser voceros de proyectos políticos de largo aliento. Y estar más preparados para el debate que para pagar abogados para librar su defensa ante los órganos de control.
Estos jóvenes están haciendo algo muy valioso por la ciudad y por la política. Necesitamos muchos de ellos. Necesitamos muchos más jóvenes que tengan proyectos políticos. Nuestros jóvenes, para fortuna nuestra, se apropian de un poder enorme. Aspiran a tomar el timón de una sociedad hastiada de inescrupulosos e ineptos.
Estos jóvenes tienen mucho que decir y mucho que hacer. Ya dieron el primer paso y es honesto reconocérselo. Mi deseo es que sigan así. Limpios de malas prácticas. Repletos de buena voluntad. Se les puede ver por todas partes. Llenando la democracia de buena democracia. Sin libreto, sin trampa, sin armas ni tamales. Su ilusión es la certeza de que algo bueno está pasando