Jaime Jaramillo Panesso

Por: Jaime Jaramillo Panesso

Todas las naciones del orbe, las que están registradas en la Organización de las Naciones Unidas-ONU- son susceptibles de actos terroristas, una más que otras, según su intervención y peso militar, diplomático y económico. El terror impacta de tal manera en la población civil que afecta su estabilidad emocional, determina la huida hacia otras regiones, paraliza sectores de la economía, ahuyenta las empresas e inversionistas extranjeros, hace quedar como ineptas las agencias de inteligencia y a la Fuerza Pública, en particular la policía que es la entidad responsable por el orden público interno de las naciones. El terrorismo actúa como un monstruo invisible que, sin piedad ni moral guerrera, centra su acción criminal en los civiles de todo sexo y edad. Divide y fractura la sociedad civil. Los gobiernos de las naciones más desarrolladas son incapaces de prevenir los actos terroristas que pueden devenir de sus conflictos internos, como el caso de Rusia Federal y los chechenos. Pero el terrorismo más prominente lo causan hoy las sectas musulmanas radicales como la yihad.

La yihad es una especie de lucha de clases marxista, como lo sostiene Slavoj Zizek, filósofo esloveno. Un mercado negro internacional de armas siempre dejará la puerta abierta de su depósito. También quedan remanentes de segunda mano que dejan las guerras de guerrillas que al desarmarse, presuntamente, venden sus instrumentos de fuego a organizaciones similares o al hampa corriente. Los yihadistas son algo más que locos o desadaptados. Son soldados de nuevo tipo que están convencidos de una causa político-religiosa de alguna de las fracciones sectarias del mundo musulmán y que desprestigia y estigmatiza al conjunto de la nación árabe y a los seguidores del Profeta. Al fin de cuentas esta religión fue expansiva al tener como meta la umma, un califato universal. España duró varios siglos dominada por los moros, etapa que se distinguió, con el tiempo de ocupación, por los aportes y la integración de las dos culturas.

“Los lobos solitarios” es una expresión falsa de ciertos gobiernos para no comprometerse a fondo contra el  terrorismo yihadista. Por supuesto que así como para evitar la oleada de inmigrantes sirios, la solución es terminar la guerra en ese país y negociar la salida de Bashar Hafez al Asad, a cualquier precio. Para acabar con las células terroristas, que están infiltradas en medio mundo, se necesita derrotar y extinguir a ISIS o sea el Estado Islámico. Sin embargo la situación en los países que están organizados de acuerdo al Corán, con el molde de una teocracia, no tendrán paz nunca, porque la contradicción entre suníes y chiitas es a fondo y excluyente. Una mirada fotográfica a dos hechos, nos darán la intranquilidad que no merecemos. En Bagdad un auto cargado con explosivos pasa delante de la policía y cientos de transeúntes y estalla al frente de un local comercial. En Niza un camión, una tractomula diríamos los colombianos, atropella a una multitud de civiles a lo largo de casi dos kilómetros. Nadie sospecha de estas “armas” que si tienen elaboración en la guarida de los terroristas. Porque los buenos son educados en los “derechos humanos” y suponen que todos son buenos. En cambio los malos son educados en los izquierdos inhumanos, por lo cual son excelentes terroristas.