Imagen: Revista Semana

Así titula la periodista Vicky Dávila su columna en la revista Semana, con un epígrafe que lo dice todo: “Tú eres un delincuente, porque lo digo yo”, o, peor aún, “alguien me paga para decirlo”.

He aquí algunos segmentos del artículo, que tiene que servir para reflexionar y buscar la manera de evitar que los infames, de todos los estratos y de todas las profesiones, ganen la lucha contra la decencia, la ética y la justicia, haciendo uso dañoso de las redes sociales:

“Estoy alarmada. Hace un tiempo empecé a seguir juiciosamente lo que se convirtió en un nuevo y peligroso fenómeno en las redes sociales en Colombia. Su combustible es el odio; su característica, la virulencia. Lamentablemente, esta modalidad cada día gana más adeptos y hasta aplausos. Sus practicantes son extremistas de todos los estratos que superaron, incluso, las pasiones de las llamadas bodeguitas. Buscan la muerte moral de sus víctimas. Les hablo de la materialización del sicariato en la red. Sí, son sicarios.

Operan desde una trinchera en línea que dispara en ráfaga delitos y culpas para asesinar el honor y la honra de las personas. Cada ataque, cada trino, cada episodio es como una función del circo Romano que llama a degollar a la víctima para que el público sanguinario se sacie”.

La periodista Vicky Dávila menciona en su artículo “un ejército de zombis” que respalda a “caciques” injuriosos y calumniadores, atacando y mordiendo atraídos por el olor a “sangre”:

“Hay quienes dan instrucciones precisas para amedrentar, políticos que encargan misiones, un gran jefe y hasta periodistas; algunos tienen sus propias tropas, otros son oportunistas que los usan cuando los necesitan. Pero en realidad los desprecian porque los ven de baja calaña. Actúan como un colectivo y tienen un arma de largo alcance: su lengua”.

Vicky Dávila habla del resentimiento social, el mismo que aprovecha el “populismo político” y el “populismo punitivo” y toda clase de “populismo” que da réditos en sectores políticos y rating en medios de comunicación:

“Son resentidos sociales. Los que están arriba en la organización han disfrutado de muchos privilegios, pero saben, como buenos oportunistas, que la necesidad es su gran escenario para reclutar a los de abajo, que con razón ante las pocas oportunidades odian el mundo. Solo caben quienes piensan como ellos y tienen los mismos fantasmas y los mismos “enemigos” políticos. Son un ejército maligno”.

La periodista analiza lo retorcido de las mentes que simplemente afirman: “Tú eres un delincuente, porque lo digo yo”. Con el agravante que no sólo lo recibe como “verdad” la opinión “zombi” sino, con irresponsable criterio, hasta los organismos de control fiscal, penal y disciplinario.

“…con la potestad de destruir a todo aquel que su mente retorcida le dice que es culpable (…) ¡Una canallada!, ¡solo hostigamiento y matoneo! (…) Muy dañinos para los adolescentes solitarios que se refugian en el mundo virtual y se encuentran con la banda. Es fácil caer. Ante el caos, ellos son los salvadores. Unos justicieros baratos. Unos manipuladores profesionales de la opinión. Son expertos en la cultura pública de la destrucción. Marcan o etiquetan a las personas en las redes. Son dictadores de la opinión. Una intimidación permanente, una amenaza brutal (…) Es una cultura de supremacía camuflada en una aparente lucha libertaria contra la corrupción. Pero tienen una vida llena de esqueletos. Se creen dueños de la verdad absoluta; son mal hablados y vulgares. Se dicen defensores de derechos humanos. Tiran la piedra y esconden la mano. Luego se victimizan y ponen esa voz apesadumbrada anunciando ante sus enardecidos seguidores que alguien quiere hacerles daño.

Cualquiera puede ser su presa. Son intocables y persecutores. Gozan de impunidad absoluta y lo saben. Quizás alguien del lado contrario se anime a crear su propia banda de sicariato moral y en algún momento los de la Banda del Pajarito pasen de ser solo victimarios a ser víctimas de su propio invento”.

La aparición de las redes fue aplaudida por la evidente democratización de la información que llegó atrapada en ellas. Pero su mal uso parece habernos llevado de la dictadura de los medios de comunicación masivos, tradicionales y poderosos a otro tipo de dictadura alternativa y sanguinaria. En este sentido termina Vicky Dávila su reflexión:

“La redes son maravillosas y necesarias si se usan bien. Si son honestas en los debates y contribuyen a la democracia. Si hacen control y veeduría sin intereses políticos. Pero no permitamos que se inunden de estos pesados sicarios”.