Por: Ramón Elejalde Arbeláez
La situación política en el departamento de Antioquia y por consiguiente en sus municipios, con contadas excepciones, no es fácil. Los partidos están anarquizados y la disciplina no se impone, así se hayan expedido reformas constitucionales y leyes que procuren su institucionalización.
Para comenzar por el Partido Liberal, al que pertenezco, a pesar de contar con el mejor candidato, Aníbal Gaviria, con todas las posibilidades de ganar bien la Gobernación o bien la Alcaldía de Medellín, sus dirigentes parecen habitar una torre de babel donde ninguno se entiende. La lucha ya no es por buscar propuestas y fórmulas de gobierno que el partido pueda imponer desde las altas dignidades, sino ver a cuál se le ocurre la idea más brillante para atajar a quien tenga posibilidades, imagen y preparación. Algunos dirigentes no parecen haber entendido el momento histórico, ni tampoco a las bases del liberalismo que reclaman una dirigencia coherente, buscando la reconquista del poder y de mucha militancia que anda despatriada por otros partidos a esperas de que encontremos el rumbo que hace tiempo perdimos. El liberalismo tendrá presencia en las próximas administraciones de Medellín y de la Gobernación de Antioquia, muy a pesar de algunos de sus jefes. Se impone la cordura, Aníbal Gaviria no es martillo contra nadie.
El partido Conservador tiene muchas dificultades, seguramente superables. El gobernador Ramos Botero utilizó el poder para golpear hasta a sus propios amigos. Las posibilidades de mantener el poder y de garantizar la defensa de su gestión, harto cuestionada por algunos conocedores del tema, va diluyéndose paulatinamente con un candidato que en las encuestas públicas y privadas no supera el margen de error. A Ramos, para preservar la supuesta buena imagen de su gobierno, va a tener que hacer concesiones a quienes hasta ayer fueron víctimas de la politiquería ramplona que hizo desde la Gobernación. La privación de la libertad de uno de los grandes electores azules, les llega en mal momento y eso, indudablemente, fortalece la candidatura de Sergio Fajardo. El conservatismo tiene una opción respetable en la figura de Juan Gómez Martínez. Uno duda, con algo de razón, que quienes ejercen el poder piensen entregárselo a un hombre cercano al ex ministro Fabio Valencia. De todas maneras Gómez Martínez es una persona capaz, honrada y con excelente posicionamiento en la opinión pública. Gabriel Jaime Rico pudo haber sido un buen candidato conservador a la Alcaldía de Medellín, su indefinición política lo tiene diluido electoralmente.
El partido de la U tiene abundante electorado pero no se le ve el líder que congregue esos votos. Sus candidatos son buenos, pero en su inmensa mayoría son ilustres desconocidos. No sabe uno si el presidente Santos o el expresidente Uribe logren imponer su voluntad o tengan percepciones distintas sobre las candidaturas. Alguien del corazón del presidente ya intentó un acercamiento entre uno de los candidatos a la Alcaldía de Medellín y los parlamentarios de la U, pero poca atención le pusieron los legisladores quienes aseguraron que estaban decididos a respaldar candidatos propios, tanto a la Gobernación, como a la Alcaldía de Medellín. Luis Pérez enfrenta su propio drama, marca en las encuestas, lejos de Aníbal Gaviria y ningún partido le da el aval. Va por firmas.
Cambio Radical, por boca de su codirector Germán Varón Cotrino, afirmó esta semana que en Medellín harán coalición con el liberalismo y supone uno (¿seré mal pensado?) que lo hacen en torno a la muy factible candidatura de Aníbal Gaviria.
Los verdes van a jugar duro para la Gobernación de Antioquia y gústenos o no tienen a un extraordinario candidato, con excelente imagen y grandes realizaciones cuando fue alcalde de Medellín, el doctor Sergio Fajardo. En el Valle del Aburrá, donde está por lo menos el 65% de la votación, la gente vota todos los días menos como clientela. El voto de opinión se ha venido imponiendo. Esa es una fortaleza de Fajardo. Le restaría ganar algunos de los municipios importantes para consolidar una gran votación.