Por: Francisco Galvis R.
Medellín.- Entre el sábado en la noche y la mañana de este lunes se registraron dos hechos desgraciados que dieron al traste con tres vidas en agraz, que ya no son vidas sino a lo sumo tres pesares y, en todo caso, tres cadáveres cuyas almas se llevaron consigo los secretos de tan escalofriantes procederes.
El primero en el municipio de Caldas. Una niña de catorce años ultimada de catorce puñaladas, sí, puñaladas, no hay otra manera de decirlo, por el pretendiente de veinte, tocándole a la madre de ella descubrir la circunstancia pavorosa de sevicia y sangre, algo que debió parecerse a aquellas escenas que llamamos dantescas y que de manera tan realista maneja Truman Capote en aquel lúcido reportaje dejado para la posteridad, la novela de no ficción hace años leída titulada “A sangre fría”, con que él inauguró lo que se ha llamado con acierto “el nuevo periodismo literario” y del que hay otros exponentes vitales que no es del caso citar hoy.
El segundo sucedió en el viaducto “La Aguacatala” de esta bella villa. Ella, una colegiala y, él, un estudiante de música recién titulado bachiller. Se dice que novios y váyase a saber que bullía en sus cabezas o de qué pacto se trataría cuando decidieron lanzarse al abismo desde la parte más alta ante la mirada, me imagino horrorizada, del padre de ella. Cuál no sería la impotencia de aquel hombre para detener el vuelo de la amada hija que se llevaba consigo amores, ilusiones, la paz de una familia y lo recóndito de aquel viaje sin retorno. He pasado el día con los pelos de punta porque me he puesto entre los zapatos del desventurado, impotente espectador.
Para nada me olvido del compañero de huida de simplemente Laura. El suicidio siempre será evasión, a mi modo de ver la manera más terrible y dañina de partir, porque deja a los que subsisten sumidos en un mar de tempestades, llenos de cavilaciones y preguntas sin respuestas posibles a la luz de la lógica. Yo estaría al borde de la locura, como deberán estarlo los atribulados tatas de todos aquellos prospectos malogrados apenas en ciernes.
Pero mi tristeza y congoja también la enderezo a levantar mi lamento por esta sociedad de la que hago parte, que está enferma y no se da cuenta; por tantos hogares que no son familias porque los padres van a la deriva de sus deberes y por tanto descuidan lo que se llama la verdadera crianza de los hijos; ah, y por los colegios que enseñarán asignaturas pero no educan en valores y que tienen departamentos de sicología de adorno, sí caso para ocasiones especiales, a cargo de momias que no perciben los raudos giros que dan las vidas adolescentes.
Estas dolorosas experiencias sin cabida en los planes de desarrollo, ni entre las tareas prioritarias de Instituto de Bienestar Familiar, estoy seguro, son apenas la punta de la proa del buque fantasma que, como sociedad, no nos lleva a ningún puerto seguro.
Tiro al aire: he mirado a los ojos a mis hijos y gracias te doy Señor por tenerlos en actitud de conquistar los días y sus sueños, pero también ruego por el consuelo de aquellos padres que están mortal y espiritualmente heridos e inmersos en penosas reflexiones infinitas.