Por: Jorge Iván Díez Vélez
@JorgeDiezCGT
Vicepresidente Nacional CGT
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Históricamente el mundo siempre se ha movido entre el poder, los conflictos y la deuda. Pasando por épocas antes y después de cristo, el triunfo del cristianismo que dio origen a la era medieval y que originó episodios de sospecha y persecución con la inquisición, el surgimiento del renacimiento y las grandes transformaciones científicas. El poder, los conflictos y la deuda, han tenido como hecho característico en primer lugar, la motivación del hombre por la riqueza, la ambición por ser rico, comprar y vender; en segundo aspecto, la libertad, el afán por controlar su propio destino; en tercer orden, la religión y la creencia de que el mundo se inspira más allá de lo material; en cuarto sentido, los descubrimientos, las grandes invenciones que han cambiado al mundo, y por último, la conquista, el apetito del hombre por su expansión territorial.

En Colombia el deseo por el poder, ha originado fuertes disputas entre orillas de derecha e izquierda. Los clanes políticos enquistados en las esferas más altas de la sociedad, hacen de las suyas por controlar los negocios lícitos e ilícitos, el dinero, el poder político y los entes de control, para garantizar su impunidad. No en vano surgen liderazgos cuasi caudillistas, que se permiten hacer alarde de su desbordado poder y que controlan conciencias, porque el poder es, en sí mismo, su primer objetivo. La lucha por el poder de estas orillas ideológicas ha perdido su bien más preciado, mejorar la humanidad, dar sentido a la vida, tener un mejor mundo para que colectivamente todos tengamos desarrollo social y sostenible, acabar con las desigualdades y construir mejores oportunidades que traigan equidad. La lucha por el poder de las orillas ideológicas ha sumido al país en un profundo conflicto, en el que no importa la sociedad, el ser humano, ni el respeto por el pensamiento del otro, solo les interesa el poder como único fin y el conflicto como medio para conseguirlo.

No es raro ver opiniones de personas que sin ningún escrúpulo descalifican pensamientos y los tildan como lo peor de la humanidad. Y menos extraño, es presenciar llamados a la desobediencia civil y desconocimiento por parte de unos, hacia otros. Estamos asistiendo a lo más brutal de la perversidad del ser humano, por encontrar en regímenes totalitarios, dictaduras o democracias, el poder como instrumento de control político, negocios, dinero, deuda, riquezas, conciencias, en fin, como instrumento de dominación. No existe diferencia entre una élite de derecha y una de izquierda, cuando su único propósito es el poder, para dominar a cualquier precio. Tal vez, estas ideologías son tan extremas y radicales, que terminan juntándose en sus fines y propósitos.

En definitiva, la invitación a las ciudadanías e instituciones de todo tipo es a no dejarse permear de pensamientos, ideologías y discursos de izquierda y derecha. Se caracterizan por ser polarizantes, priorizan el poder, los conflictos y el dinero, por encima del bien común y de los valores más importantes de la sociedad, se distancian de la gente. En cambio es fundamental, seguir avanzando en las conversaciones ciudadanas e institucionales, fortalecer el libre pensamiento, valorar la argumentación con el derecho pleno de la libre opinión, que no puede confundirse con el derecho a la calumnia, injuria e instrumento de destrucción de personas e instituciones. Se construye desde la diferencia, pero con un respeto profundo por los ciudadanos, las instituciones y las personas.