Por: Jesús Vallejo Mejía
Admito que el raponazo que le propinó Santos a Noemí me repugnó hasta el punto de manifestar que, de no hacer ella tránsito a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, a título de protesta estaría dispuesto a contemplar la decisión de votar por Mockus.
Algunos amigos me han sugerido que lo piense dos veces antes de hacerlo. Y varias consideraciones han hecho que modifique ese planteamiento.
Hace unos días leí un artículo de Darío Ruiz en que recordaba algunas de las extravagancias del candidato cuando era Rector de la Universidad Nacional, como asistir en calzoncillos a consejos de profesores. Si esto se relaciona con la bajada de los pantalones, la orinada a los estudiantes en Manizales, el muy poco decoroso disfraz de Chapulín, el vestido de Supermán, el vaso de agua que derramó sobre Serpa y otras excentricidades más, no hay más remedio que pensar que la suya es una personalidad no sólo extraña a más no poder, sino bastante inmadura y obviamente dada a las transgresiones.
Ricardo Puentes Melo, que dice haberlo conocido en la Universidad Nacional, proclama a voz en cuello en http://www.periodismosinfronteras.com/ su animadversión respecto de Mockus.
En lo que escribe puede haber apreciaciones exageradas de quien hila muy delgado para buscarle la caída, como lo de posibles nexos con los Rothschild derivados del origen hebreo de su padre. Pero menciona cosas puntuales acerca de su comportamiento cuando ejercía como profesor y rector del Alma Mater que ameritan alguna explicación pública.
Algo de lo que afirma Puentes penetra en los predios de la injuria. Es tan bochornoso que sólo quedan dos opciones, a saber: Puentes miente y debe ser procesado por ello; Puentes dice la verdad y entonces Mockus es indigno de aspirar a la Presidencia de Colombia.
Curiosamente, algunas de esas acusaciones son similares a las que se formularon contra Carlos Gaviria hace cuatro años a través de un mensaje por correo electrónico que circuló profusamente y aparecía enviado por alguien cuya identidad no pudo establecerse. Pero en el caso de Mockus el acusador se identifica a sí mismo y, además, es conocido por la publicación digital que dirige.
Otros dirigentes han sufrido acusaciones por su afición a la marihuana. Por ejemplo, Antonio Caballero le pidió alguna vez a César Gaviria que reconociera públicamente que la había fumado. Y Alberto Giraldo comentó en su libro testimonial que Samper se deleitaba con ella en las que él mismo llamaba “Tardes de la Ternura” que pasaba en un apartamento que ponía a su disposición el hoy finado César Villegas, el famoso “Bandi” que ahora está dando de qué hablar por una investigación que adelanta la Fiscalía.
Pero ni Gaviria ni Samper han posado de santos laicos, ni le propusieron al país programa alguno de recuperación moral, tal vez por aquello que nos enseñaban en el Colegio acerca de que “Nadie da lo que no tiene”.
Se dirá que estos temas atañen a comportamientos privados, que es asunto que la dupla moralizadora ha dejado por fuera de su consideración por cuanto lo que les interesa es lo público.
Pero Puentes arremete contra Mockus y su esposa precisamente en un asunto de contratación con Unicef que, de ser cierto, los deja muy mal parados en dicho escenario.
En aras de la brevedad, remito al lector al citado http://www.periodismosinfronteras.com/.
También acá se debe establecer si Puentes incurre en los supuestos de la injuria o, si por el contrario, Mockus y su esposa han incurrido en algo repugnante.
No les he puesto atención a los mensajes que recibo sobre el ateísmo de Mockus, por cuanto pienso que, en principio, las creencias religiosas no son determinantes de la corrección de la conducta, tanto en lo público como en lo privado. Mi amigo Juan Manuel Charry, por ejemplo, ha declarado públicamente que es ateo. Sin embargo, pocos creyentes exhiben virtudes tan preclaras como las suyas.
Por lo demás, lo importante es que un ateo que llegue a la Presidencia respete la libertad religiosa y no se aplique a perseguirnos a los que somos creyentes. Considero igualmente que un gobernante que tenga creencias religiosas debe garantizar los derechos de quienes no las compartan.
No diré lo mismo sobre la posición abortista de Mockus, que comparte con Fajardo y su mujer. Ya habrá oportunidad de escribir sobre esa tendencia a todas luces atroz que muchos dirigentes apoyan dizque por su liberalismo y su progresismo.
Pues bien, un corresponsal me hizo llegar un escrito de Mockus en que defiende la despenalización del aborto, algo que de ninguna manera puedo apoyar. Una destacada protagonista de la vida pública a quien se lo envié me escribió diciéndome:”¡Qué tristeza!”.
Si Diego Palacio, a pesar de los rezos y las peregrinaciones de Uribe, ha puesto en marcha un sinuoso proyecto abortista, ¿qué podremos esperar de la dupla que asegura que “La vida es sagrada”, pero no en el vientre materno?
Descreo profundamente de los llamados a la moral que con ímpetu maniqueísta están contaminando peligrosamente la campaña presidencial. Tengo ya claro que no votaré por Mockus, como tampoco lo haré por Santos.