Rubén Darío Barrientos

Por: Rubén Darío Barrientos G.

rdbarrientos@une.net.co

“Gracias, camarada”, le dijo el expresidente Ernesto Samper Pizano a Timochenko –sin sonrojarse– en el marco del reciente Congreso Nacional de las Farc-EP, dentro de los actos de transformación de esa guerrilla en partido político legal. ¿Qué hacía allí Samper en la mesa principal? ¿Por qué intervino? ¿Qué buscaba? ¿Se mostraba en público como uno de sus ideólogos? La verdad es que esta ha sido su penúltima salida en falso, de cara a un país que se acostumbró a verlo con malos ojos desde el Proceso 8000. La antepenúltima, fue el apoyo alcahueta a Maduro desde la secretaría de Unasur, donde muchos opinadores hasta le pidieron que se nacionalizara como venezolano. Con seguridad, la última llegará más adelante.

El ayer político de Samper es roñoso y el hoy político de Samper es degradante. Hace poco tuvo un rifirrafe con el alcalde Federico Gutiérrez, porque el expresidente andaba haciendo por Colombia actos públicos y foros de paz con los jefes de las Farc e invitó a sentarse al alcalde de Medellín en la mesa, junto al vicepresidente Óscar Naranjo y Pastor Álape, lo que rehusó el burgomaestre. Pero Federico Gutiérrez le entregó a Samper este regalito con moño. “Usted no tiene autoridad ni moral para cuestionarme”. Y no le faltó la adehala: “Samper, cree que le tenemos que rendir pleitesía a él y a las Farc”.

Samper, en aquel Congreso fundacional de marras, agradeció el privilegio de concedérsele la palabra. Del nuevo partido de las Farc, se explayó en elogios, habló maravillas y tuvo frases grandilocuentes. Daba pena verlo allí, emocionado y desnudando sus inclinaciones políticas de aparente liberal y de izquierdoso disimulado. Y recordó que hace algunos años había presentado, en el mismo escenario donde estaban, un libro de Jacobo Arenas. Estaba, pues, acumulando millas con las Farc…

Samper se refirió a un bloque progresista, donde cabían todas las personas. A un nuevo partido comprometido con la sostenibilidad de los acuerdos de La Habana. Los invitó a manufacturar de manera progresista un partido-movimiento, a hacer una alianza entre sectores sociales y cuadros políticos. Y recordó los casos de Ecuador, Bolivia y Brasil. Aludió al socialismo democrático y rememoró la bolsa familiar de Lula Da Silva y las misiones sociales de Hugo Chávez.

¡Qué papelón el de Samper! Les pidió a los camaradas que no le dejaran nada a la derecha, que no perdieran de vista el modelo de desarrollo de La Habana y gráficamente los instó a no repartir la leche de la vaca, sino la vaca misma. Y se entusiasmó al decirles que en el “escenario Sur” estaba el futuro y que trabajaran los 25 millones de jóvenes de este país, no sin antes alebrestarlos diciéndoles que “una fuerza nueva es una noticia interesante”.

En rueda de prensa, acto seguido, Samper Pizano dijo que no aspiraba a estar en listas, pero que quería acompañarlos y abrirse un espacio con ellos. Y no ocultó que la gente va a respetar la credibilidad de las Farc, anticipando que sus candidatos al legislativo serán la sorpresa en el Congreso.  Y cerró con esta frase melosa: “Veo con buenos ojos y simpatía a estas personas que representan el cambio”.

Ridículo todo de esto, para un expresidente de Colombia que ahora funge de ideólogo del partido de las Farc. Lamentable estado político del “no culpable ni inocente” del Proceso 8000. Si por apoyar a Nicolás Maduro, desde Unasur, fue tildado de anticolombiano, qué diremos ahora que destapó sus cartas. Le hará compañía a Piedad Córdoba, otra ideóloga de las Farc. Ambos, desde su soledad, despiertan la algarabía de la crítica y del repudio. Ahora tendrán que dedicar tiempo a asesor a Timochenko, a quien ya acusan de fracturar las Farc sin haber comenzado la batalla política.