Por: Luis Bernardo Vélez 
El pasado sábado 4 de julio, los que estuvimos en el centro de la ciudad vimos un particular encuentro…cientos de jóvenes que decidieron reunirse a raíz del Día Nacional de la Juventud en una marcha para resaltar su derecho a ser joven. ¡Todo un carnaval! Donde era evidente que aunque muchos no supieran a qué se debía el alboroto, querían unirse a la fiesta, porque fue sin duda alguna una bonita muestra de alegría y compromiso.

Viéndoles pensaba en los que ya por edad no podemos nombrarnos jóvenes,  porque tenemos un gran reto cada vez que  un chico o chica habla ¿ hasta qué punto los hemos escuchado? En lo personal,  cada día me sorprendo más de las propuestas y críticas que tienen, que desmitifican completamente esas cargas que por décadas han tenido, cuando se les considera apáticos, problemáticos y sin criterio, pues insisto, cada vez son más los que con una claridad admirable dicen lo que son, quieren, sueñan, esperan y lo mejor aún es que pueden actuar en coherencia con eso, hecho que a los adultos en muchas ocasiones se nos dificulta.

Ellos y ellas sin lugar a dudas decidieron ser actoras y actores principales de los cambios que necesita la sociedad, saben que son herederos de una historia, de diversas culturas pero también de diferentes conflictos donde muchos y muchas se encuentran insertos como víctimas y victimarios

Estoy convencido de que los y las jóvenes ya tienen su reto: no ser solo mañana y futuro, sino ser presente, hoy y ya, construyendo un Estado donde la diversidad se respete, donde las instituciones acompañen y orienten. Mejor dicho un Estado que le apuesta a una mentalidad renovada, donde se piense en construir con ellos y ellas, y así cada día sean más los espacios que ocupen.

Y si bien para algunos de la clase política son un botín que conquistar, unos excelentes difusores y excelentes en lo operativo, sin llegar a valorar o satanizar lo que implica los procesos electorales; si considero necesario que todos y todas reflexionemos para que en las propuestas para la ciudad y el país, la voz de la juventud tenga el eco suficiente para que ciudadanía nos comprometamos con ellos y ellas.