Juan Guillermo Londoño

Por: Juan Guillermo Londoño Berrío

Después de casi 4 años de juicios y en medio de una gran expectativa nacional, un Juez de la República acaba de condenar al ex alcalde de Bogotá Samuel Moreno a 18 años de cárcel por los delitos de interés indebido en la celebración de contratos y cohecho. Antes de enviarlo a la cárcel la Picota en Bogotá a cumplir su sentencia, le dijo usted es un “delincuente de cuello blanco”. Y es que en Colombia este un delito muy común, pero pocas veces condenable.

Los llamados “delitos de cuello blanco” son aquellos que son realizados por una o varias personas con poder político o económico y que generalmente ostentan un estatus socioeconómico alto. En Colombia los delitos de cuello blanco más comunes son el tráfico de influencias, el fraude, el lavado de dinero, el cohecho, el robo continuado, la quiebra fraudulenta y la malversación de fondos.

El concepto de los delitos de cuello blanco tienen una gran trascendencia en las teorías de la conducta criminal, no obstante es importante mencionar que este tipo de delitos se han vuelto cada vez más comunes en la sociedad colombiana actual, debido a que los grandes delincuentes ya no son aquellos que hacen una masacre, o cometen un crimen, sino que son aquellos que tienen a su cargo el manejo y cuidado de los recursos públicos, pero que los usan para su provecho personal.

Es función de los órganos de control como la Contraloría y La Procuraduría la vigilancia del manejo y uso de los recursos públicos, pero en algunas ocasiones estos entes son ineficaces e inoperantes en las investigaciones que realizan.

Aunque la Fiscalía pidió la condena máxima para este tipo de delitos que es de 24 años, el juez determinó los 18 años como la condena para Samuel Moreno y eso que en países como china los delitos de cuello blanco son considerados de tanta gravedad que las condenas van desde la cadena perpetua a la pena de muerte y se confiscan todos los bienes del delincuente y los de su familia.

El caso de Samuel Moreno es un claro ejemplo de que en Colombia los delitos de cuello blanco no tendrán impunidad y que “quien las hace, las paga”. Es también un llamado de atención para los mandatarios y funcionarios públicos a los que se les entrega el manejo de los recursos públicos para que haya pulcritud y transparencia en su manejo.