Juan Guillermo Londoño

Por: Juan Guillermo Londoño Berrío

Cuando en el 2007 el Alcalde de Medellín Sergio Fajardo decide construir 240 pirámides de concreto y baldosín en el separador de la Avenida Oriental, fueron muchas las críticas que se le hicieron, sin embargo, el gobernante, que siempre ha pregonado que “los dineros públicos son sagrados” hizo caso omiso a quienes nos oponíamos a esta obra.

El concejo de Medellín brilló por su ausencia y sólo la entonces contralora Marta Cecilia Vélez elevó un control de advertencia al alcalde Fajardo por “los graves riesgos ambientales y de accidentalidad que dicha obra traería para la ciudad”. Pero de nada sirvió dicha advertencia y la obra se realizó.

En su momento, el periódico El Colombiano tituló «la administración del alcalde Sergio Fajardo decidió terminar su periodo como los faraones: legando pirámides a la posteridad».

Las mayores críticas que se le hacía a la obra era la de los urbanistas, quienes veían en las pirámides algo antiestético y que nada aportaba al paisaje del centro y para los ambientalistas, la obra no contribuía de ninguna manera en mejorar las condiciones de contaminación que se vive en el centro de la ciudad.

El deterioro de esta obra ha sido notable y evidente, ante la pasividad e indiferencia de las autoridades municipales y se han convertido, en tan sólo 9 años, en un basurero y la vivienda de algunos habitantes de la calle, así como lugar donde los indigentes esconden armas y drogas.

La buena noticia, en medio de todo este desolador panorama, es que existe un proyecto para demoler estas pirámides y convertir este separador en un jardín y contribuir de esta manera en mejorar la problemática ambiental que vive el centro de la ciudad.

Pienso que debería conformarse un grupo interdisciplinario compuesto por urbanistas, ambientalistas, paisajistas e ingenieros para diseñar una obra que no sólo embellezca este sector del centro, sino que mejore las condiciones del aire que se produce por la contaminación de CO2 producido por los miles de carros que recorren la avenida oriental a diario.

En conclusión, los 970 millones que nos costó a los habitantes de Medellín esta faraónica obra de Sergio Fajardo, irán a parar a la basura.