Por: Luis Pérez Gutiérrez

El Campesino es el gran olvidado de Colombia. En los últimos 20 años se han desplazado más de 4,5 millones de colombianos. Somos el segundo país del planeta en desplazados. Y el 92% de los desplazados son campesinos. Los desplazados llegan a las ciudades como extranjeros. Ven la ciudad como un desierto que nada les ofrece ni a ellos ni a sus descendientes.

Colombia no ha reflexionado lo suficiente sobre el campesino. El campo ya no es de los campesinos. El campo está sin campesinos. La noble cultura campesina esta en vía de extinción.

El Gobierno Uribe ha hecho un gran esfuerzo por dar seguridad al campo. Aun así, el sector agrícola crece, pero crece lento: del 2003 al 2008, el sector agrario creció por debajo del PIB.  Contrasta Colombia con lo que ocurre en otros países como Brasil donde, “el sector agroalimentario es el 30% del PIB, y genera  35% del empleo total”.

El trato indigno que el campesino ha recibido por años ha creado dos Colombias: La Urbana en desarrollo y la Rural en la miseria. La brecha es insondable.

A 2008, según datos del DNP, la pobreza en el sector urbano es del 39.8% mientras que en el sector Rural es del 65.2%. Y la miseria, la indigencia en el campo, es del 32.6% mientras que la indigencia urbana fue del 13.1%. Estas cifras develan que el campesinado colombiano vive en situación miserable: El 97.8% de los campesinos o son pobres o indigentes.

En Educación también hay dos Colombias.

El analfabetismo es el 5.5% en lo urbano pero en el campo es el 18.4%. La deserción y la repitencia en el campo son tres veces más que en la zona urbana. Y por eso, cerca del 60% de los campesinos no terminan la primaria y más del 90% no terminan el bachillerato. Y, según El Tiempo (2008), 720.905 niños campesinos no están en el sistema educativo. Sin educación el campesino no tiene patria.

En Seguridad Social la inequidad también rebasa la copa. El 90% de los trabajadores del sector rural NO tiene adecuada seguridad Social. (El Espectador, 2007). La salud es precaria.  La afiliación a pensiones es degradante: La probabilidad de que un campesino alcance su pensión de jubilación es cuatro veces menor que la de un ciudadano urbano.

De otro lado, Los campesinos están en una tenaza, hacen parte de un sándwich venenoso. El Campesino es sospechoso para el Estado y al mismo tiempo es sospechoso para los ilegales.

Para el gobierno los campesinos son sospechosos de ser cómplices de los ilegales. Para los ilegales, el campesino es un delator, un informante que puede develar ante el estado su actividad ilícita.

Colombia necesita campesinos con vida digna. El escándalo de Agro Ingreso Seguro  es una vergüenza nacional. Los estímulos generosos para unos pocos empresarios del campo pero que no viven en el campo, contrastan con el trato indigno que recibe el legítimo campesino. La desmesura que avivatos acaudalados hagan trampas para robarse el dinero público de los campesinos,  obliga al Conpes o al  nuevo gobierno a contratar a los más reconocidos expertos del mundo con el fin de construir una urgente estrategia nacional para la equidad rural, que cierre con justicia la brecha entre lo Rural y lo Urbano y acabe con la penuria del campesino, que en ocasiones parece eterna.